Al pueblo de Cuba

Deja de quejarte por los rincones y expresar tu descontento en reuniones familiares. Abandona la conformidad que envejece y desanima; has causa común con los que luchamos por la libertad y exigimos el derecho a una vida sin cadenas.

No llames a la puerta del que te oprime para mendigar la caridad de algún permiso. Tú tienes el poder para cambiar tu condición de ciudadano reprimido, por la libertad de un ser humano pleno.

Abandona la esperanza de que alguien vendrá a salvarte; no te desgastes creyendo que las cosas cambiarán porque la fe mueve montañas. 

La libertad y la democracia no son dos ancianas compasivas que un día se bajarán de un avión, cargadas de regalos, y cambiarán tu existencia sombría de prisionero distraído. La libertad y la democracia son procesos que se construyen asumiendo responsabilidades, tomando iniciativas y reclamando lo que te corresponde por derecho.

Deja de soñar con un futuro mejor y empieza a edificar tu bienestar con cada porción de tu presente. Por ese estado de gracia de vivir sin amo, vale la pena que te corten en pedazos algunos privilegios o te invaliden algunas promociones con privación de libertad y otros peligros. Después de todo, la libertad solo tiene sentido cuando no tenemos que esperar que los demás decidan por nosotros. 

No importa el tiempo que estuviste callado, viviendo en la mentira de que lo único importante era sobrevivir. Mira a tu alrededor con la certeza de que tu luz es más fuerte que todos los demonios; busca, por encima de las diferencias, las cosas que nos unen y nos hacen más fuerte. 

Ven a fundirte en la unidad de propósito de los que no tenemos miedo. Forma parte del abrazo común de los que no se rinden, y verás que frágil y cobarde son las tiranías –y como se derrumban sobre el lecho miserable de sus mezquindades- cuando decimos basta, nos tomamos de la mano y marchamos unidos.