La prensa oficial cubana se está movilizando en una cruzada propagandística a favor de la rentabilidad y el perfeccionamiento empresarial, y los especialistas al servicio del show publicitario se esfuerzan en legitimar el absurdo de un socialismo híbrido que combine la economía de mercado, y otras fórmulas capitalistas, con el poder absoluto del Estado sobre los derechos y libertades fundamentales de los individuos.
Sin embargo, la funcionalidad que puede garantizar el éxito en una economía de mercado depende del grado de libertad creativa de que disponga el individuo para la gestión empresarial.
Y, precisamente, el fracaso del centralismo económico, como en otras áreas afectadas por esa política unilateralista, es una consecuencia de la falta de libertad. La teoría de que un grupo de hombres, supuestamente mejor dotados, debe asumir arbitrariamente todo el poder ejecutivo de una nación, porque el resto de los ciudadanos no tiene la capacidad individual de hacerlo, es una contradicción irreconciliable con el principio mismo de la teoría.
Con independencia de la preparación profesional, el poder político y el control militar y policial de que se disponga, ningún grupo humano puede dominar el volumen de información que necesitaría un órgano planificador para coordinar exitosamente sus mandatos y decidir qué políticas económicas convienen más al desarrollo personal de cada individuo.
Corresponde a cada quien establecer cuáles son sus necesidades más urgentes y en qué modo – considerando sus intereses- resolverá sus prioridades.
Por otra parte, el éxito de los mercados está sujeto a una dinámica creativa que exige un constante intercambio de información que nadie puede controlar y que solo puede producirse en ausencia de coacción; es decir, a través de la libre elección y la relación directa de las partes interesadas.
Como señala el economista, teórico político y académico español Jesús Huerta de Soto, “El conocimiento empresarial es subjetivo y práctico, no científico: Tácito y no articulable. No se puede formalizar ni, por tanto, transmitir”.
El académico español asegura, además, que “la inmensa mayoría del conocimiento empresarial, para que podamos lograr el éxito en nuestra vida, es un conocimiento de tipo tácito, privativo y disperso, que no se puede formalizar”.
Y continúa explicando el profesor Huerta de Soto que “no puede transmitirse la información que aún no se haya descubierto o creado y que solo surge como resultado del libre proceso de ejercicio de la función empresarial”.
El gobierno cubano persiste en sus prácticas socialistas basadas en el secretismo, el control absoluto de la sociedad y el ejercicio totalitario sobre la información y la libertad de expresión, y continúa obstinadamente negándole a los cubanos su derecho a participar como inversionistas en la economía del país.
Pero más allá de los valiosos, extraordinarios y acertados aportes a la ciencia económica, realizados por la Escuela Austríaca de Economía y sus seguidores -como el profesor Huerta de Soto-, la evidencia histórica ha demostrado hasta la saciedad el fracaso del socialismo para generar riquezas y desarrollo social y humano.
Todos los países donde se ha aplicado el experimento socialista, independientemente de sus costumbres, culturas, ubicación geográfica y estrategias regionales, han sufrido el empobrecimiento progresivo de sus sociedades, y como una paradoja bufona y ladina terminan recurriendo a fórmulas capitalistas para seguir con la espada del estatismo, la coacción, la imposición y la violencia clavada en el corazón de los pueblos.
El socialismo, como sistema social, económico, político e ideológico es un cadáver acoplado al respirador artificial de la fuerza, la coacción y la violencia; es un enfermo terminal que espera la generosidad de la eutanasia para que descansen en paz todas sus víctimas.
Por Ernesto Aquino
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