El gobierno cubano lo ha dicho claramente: no hay influencia política que se derive de este acontecimiento. Ésta es una concesión unilateral del gobierno de los Estados Unidos y Cuba no ha hecho ninguna concesión.
Ayer fue un día histórico. Se reanudaron, a nivel de embajadas, las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba interrumpidas en el año 1961. Señalo a nivel de embajadas, porque desde el año 1977 las relaciones se mantuvieron a través de sendas Secciones de Intereses.
Durante estos años han emigrado más de dos millones y medio de cubanos -el 70% hacia los Estados Unidos-, lo que representa un 18% de la población de un país que no supera los 11,2 millones de habitantes. Solamente en los primeros dos años de gobierno comunista abandonaron Cuba 274 mil personas, lo que para ese entonces correspondía al 5% de la población total de la Isla.
Lo de hoy, para muchos, supone un paso de avance, un hecho histórico explicado en la mirada de la apertura cubana, o en el aplauso permanente a Obama por devolver a Cuba a un merecido lugar en la comunidad de naciones y dar término a un “conflicto” en América Latina.
Para el gobierno de La Habana es oxígeno en estado puro, permite que las remesas a Cuba enviadas por cubanos exiliados, segundo renglón de la economía nacional, lleguen en mayor medida. Permite que turistas americanos acudan a salvar la inexistente economía cubana y permite, sobre todo, mantenerse en el poder con un nuevo salvador, esta vez su archienemigo.
Para el pueblo cubano, acostumbrado al inmovilismo más absoluto, al pensar sin decir y al decir sin pensar, le da esperanza de menor miseria y menos escasez. Se instaló la sensación de que todos los problemas se han acabado para ellos. Desde el 17 de diciembre del pasado año la esperanza del pueblo cubano se instala en el gobierno norteamericano, no en el cubano.
El gobierno cubano lo ha dicho claramente: no hay influencia política que se derive de este acontecimiento. Ésta es una concesión unilateral del gobierno de los Estados Unidos y Cuba no ha hecho ninguna concesión. Esto significa que no habrá una manifestación implícita ni explícita en sentido de cambios políticos, o siquiera una renovación de la forma en que el gobierno cubano considera a sus ciudadanos.
No habrá concesiones en cuanto al partido único, no hay variaciones en cuanto al régimen en términos de libertades ni respeto a los Derechos Humanos y, a ojos vistas, no habrá un mayor acceso del pueblo cubano a los bienes y servicios. El inmovilismo continuará, pues es el principal factor favorecedor del gobierno cubano.
El hecho de que empresas de los Estados Unidos reciban autorizaciones para invertir en Cuba, específicamente en el Puerto del Mariel, no significa que los cubanos que allí sean contratados reciban una remuneración justa. Unos pocos meses antes del 17 de diciembre, y en plenas conversaciones secretas entre ambos gobiernos, el Estado cubano dictó leyes que intensificaban la subcontratación del personal cubano que trabaja en empresas de inversión extranjera. Se trata de un negocio simple que convierte a la mano de obra cubana en el principal generador de divisas para la economía. El inversionista extranjero paga al Estado cubano directamente en divisas libremente convertibles por cada empleado contratado, y la empresa cubana paga al empleado el mismo monto pero en pesos cubanos, defraudándolo en el 90% de su paga.
En la zona del Mariel, considerada especial, la estafa es simple. Un simple ejemplo para entender este punto: Si un ingeniero tiene un sueldo líquido de USD$ 1.000, la entidad empleadora cobra por su servicio USD$ 200 de inmediato y luego paga al ingeniero cubano los USD$ 800 restantes en pesos cubanos a un cambio establecido de 10 pesos cubanos por dólar, cuando el valor de cambio de mercado es de 25 pesos. El ingeniero cubano, sin nadie a quien acudir, recibe 8.000 pesos cubanos en lugar de recibir 25.000. O sea, el ingeniero cubano recibe solamente el 32% de lo que el empleador extranjero le ha pagado. Esta es la forma más beneficiosa de salario al que tiene acceso un cubano en Cuba.
En Chile esto sería inadmisible y la CUT, cuya presidente se reunía gustosa con Raúl Castro, habría sido intransigente.
Esta es una apertura simbólica y en política los símbolos son importantes, pero también hay un contenido ético que no debe perderse de vista. Estados Unidos ha legitimado a la dictadura cubana. Más allá que expresen diferencias en cuanto a Derechos Humanos y de que éstas sean manifestadas en cada reunión, es solo un símbolo.
Ayer, más de 60 personas, entre opositores y Damas de Blanco, fueron detenidas por marchar pacíficamente. Antonio Rodiles, un líder opositor, sufrió lesiones graves a manos de sus captores hace menos de 15 días. Eso es una realidad.
¿Dónde queda el pueblo cubano? La relativización del respeto a los Derechos Humanos es una realidad, y es la realidad que nos temíamos. El gobierno cubano se siente detentador de una patente de corso. No hay un solo gobierno latinoamericano que levante la voz en contra de la falta de democracia y las violaciones constantes a los Derechos Humanos.
Era impensable hace unos pocos años que una dictadura fuera reconocida y legitimada con el beneplácito de todos.
¿Qué habría pasado si la dictadura chilena hubiera obtenido un reconocimiento de tal naturaleza por los Estados Unidos en vez de obtener la Enmienda Kennedy? Incluso el avión que viajaba a Filipinas tuvo que regresar en pleno vuelo, pues un dictador no era bien recibido. Otros tiempos.
En cambio, en el Chile de hoy y en el resto de América Latina celebrar a una dictadura como la cubana es un logro del continente y legitimar violaciones a los DDHH pasa a ser un logro internacional.
Por Mijail Bonito Lovio, abogado cubano nacionalizado chileno y Secretario de Relaciones Internacionales para Latinoamerica.
Publicado en El Libero, Chile
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