La victoria electoral de Mark Carney ha desencadenado una transformación sin precedentes en la política exterior e interior de Canadá. Bajo el liderazgo del nuevo Primer Ministro liberal, el país se enfrenta a una pregunta existencial: ¿cómo defender su soberanía en una era dominada por la confrontación con su principal socio y vecino, los Estados Unidos de América?
Una campaña decidida por el nacionalismo
«Canadá nunca será parte de Estados Unidos», declaró Carney en su discurso de victoria, transmitido en vivo por CBC News, provocando una ovación nacionalista entre miles de simpatizantes. El exbanquero central ha convertido el choque con Donald Trump en el eje de su narrativa política, tras una campaña electoral marcada por la hostilidad creciente desde Washington.
La imposición unilateral de aranceles del 25% a productos canadienses por parte del gobierno de Trump y sus provocaciones verbales –incluyendo una insinuación sobre anexar a Canadá como el «51º estado»– fueron determinantes para que la elección se transformara, como señaló The Globe and Mail, “en un referéndum sobre la soberanía nacional”.
El fin de la cooperación histórica
“Ha terminado la era de estrecha cooperación entre Canadá y Estados Unidos”, afirmó Carney en entrevista con CTV News, al anunciar la suspensión de la cooperación comercial y militar con Washington. Desde Ottawa, su gabinete confirmó que se mantendrán los aranceles recíprocos hasta que la Casa Blanca muestre “respeto diplomático y comercial”.
El periódico Toronto Star advirtió que “la ruptura con Estados Unidos tiene implicaciones profundas, no solo económicas, sino también estratégicas, que Canadá no puede ignorar”. A pesar de ello, el mensaje de Carney es claro: Canadá debe prepararse para depender de sí misma.
Reordenar prioridades internas y externas
En sus primeras declaraciones tras asumir el cargo, Carney prometió reindustrializar el país, impulsar el consumo de productos locales y reducir la dependencia de Estados Unidos. “Vamos a invertir en nuestros trabajadores, en nuestras cadenas de valor, en nuestra energía y en nuestra defensa”, declaró al diario National Post.
Algunos críticos, como el exlíder conservador Pierre Poilievre, acusan a Carney de “aislar a Canadá de su principal aliado por razones ideológicas”. No obstante, el nuevo Primer Ministro insiste en que la independencia política y económica “no es un lujo, sino una necesidad”.
Apoyo internacional y nuevas alianzas
Fuera de América del Norte, la reacción ha sido más favorable. El presidente francés Emmanuel Macron saludó la victoria de Carney como una “reafirmación de los valores democráticos liberales”, y el premier británico Keir Starmer lo felicitó por “restablecer el espíritu de Westminster frente al autoritarismo populista”.
Mientras tanto, según La Presse, Ottawa explora nuevas rutas comerciales con la Unión Europea, el Reino Unido y Asia-Pacífico, en busca de aliados más estables y previsibles que Washington.
¿Soberanía o aislamiento?
A corto plazo, la confrontación con Estados Unidos podría tener un alto costo económico. Pero a juicio de analistas como Chantal Hébert, columnista de Le Devoir, “Carney ha captado el sentimiento profundo de una sociedad que se siente humillada por su poderoso vecino”. Si logra mantener la unidad nacional y atraer inversiones estratégicas, su plan podría marcar el inicio de una nueva era para Canadá.
La pregunta clave, en palabras de Maclean’s Magazine, es si Canadá podrá “mantener el equilibrio entre soberanía y pragmatismo, entre orgullo y realismo”.
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