El domingo 26 de marzo se celebraron las elecciones para elegir los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba, que creo gran expectativas por la actualidad de la Isla, que atraviesa la crisis económica, social y política más dura en toda su historia.
El gobierno que dice no hacer campaña política electoral, utilizó toda la tecnología convencional y digital posible para crear un ambiente de apoyo a “las elecciones más democráticas que ojos humanos han visto”, sin partidos opositores y ni siquiera un “colado” en las elecciones de barrios, donde el partido comunista propone a sus candidatos.
“El voto unido”, voten por todos”, “la unidad de la patria”, fueron consignas que se dijeron en sus modos más sutiles y en verdad que consiguió entusiasmo en una minoría para reflejar su postura a la política comunista.
La realidad es que mucha gente no fue a votar, en Jaimanitas los colegios estuvieron vacíos después de las once de la mañana. No se vio ni una cola larga, y mucho menos gente que amaneciera en las afueras de los colegios electorales para “votar primero”.
Entre los que no fueron a votar ese día está René Wilson, de 34 años y residente en calle 240 en Jaimanitas, que dijo que no votaba por tres razones: la primera era porque la situación estaba más que imposible, surrealista, que por respeto a sí mismo no podía votar por un engendro que lo está matando, en segundo lugar aquello no eran elecciones ni nada porque habían 470 escaños en la asamblea para 470 candidatos y te pedían que votaras por todo, ¿entonces qué?, no conocía a ninguno de los candidatos, ninguno vive en Jaimanitas y no les van a resolver ningún problema y tres porque sus caras no me resultaron confiables. No fui a votar, ni yo ni mucha gente.
Las cifras ofrecidas por las autoridades castristas al finalizar las votaciones confirman que tuvieron la asistencia más baja desde 1959. Alina Balseiro, presidente del Consejo Electoral Nacional, declaró que participó el 75, 92 % de los más de 8 millones de cubanos llamados a las urnas, La tasa de participación es casi 10 puntos menos que las registradas en las parlamentarias de 2018, cuando Raúl Castro nombró a Miguel Díaz Canel como su sucesor.
En otros países esta cifra de 75,92% es una cifra alta, pero se aleja de la media histórica con Fidel que era absolutamente mayoritaria la participación y resultaba un deshonor bajar de un 95%.
El porcentaje de boletas anuladas o en blanco también creció considerablemente. En cambio decreció el número de boletas del “voto por todos”. También se constató a través del proyecto “Inventario”, abundantes denuncias en torno a la baja participación en diversas zonas del país, la violación de la norma electoral y el empleo de formas de coacción para obligar al voto, incluido el uso de niños que fueron de puerta en puerta para llamar a votar.
Varias plataformas de la sociedad civil independiente y observadores electorales denunciaron que estas elecciones fueron la más irregular de todas las efectuadas desde 1976, año de creación del Poder Popular.
Hubo represión contra activistas de derechos humanos y periodistas independientes que pretendieron monitorear el escrutinio, en contradicción de lo que dijo Balseiro: que todos los ciudadanos tenían el derecho de participar en el conteo. Se reportó que funcionarios de los colegios electorales salieron a buscar a los cubanos para que votaran.
La imagen de los colegios vacíos que contrasta con el dato del 75,29% hizo dudar a la gente de la veracidad de la cifra. Díaz Canel aseguró que “habían sido las elecciones más limpias y democráticas que se recuerden” y agradeció al pueblo cubano por el apoyo, por el entusiasmo y el patriotismo demostrado y dando por descontado que resultaría electo para otro periodo de cinco años juró servir mejor a su pueblo”.
La columnista de Diario de Cuba Rafaela Cruz en un editorial dijo que la prueba del fraude electoral en Cuba se demostraba con una sencilla operación matemática.
“Imagine que usted decidió asistir a las urnas el 26 de marzo y como usted hubiesen decidido ir los otros 8 millones 120 071 convocados. Y que a las 7 de la mañana todos los colegios de Cuba estaban listos, la fila hecha y dentro todo marcha como un reloj. Imagine que los votantes utilizaran solo tres minutos en entrar, ser verificado en la lista, tomar la boleta y votar y salir rápido para que el siguiente entrara. En esas circunstancias ideales, para que en cada colegio electoral votasen los 343 de la media, se requeriría que durante las 12 horas que duró la actividad cada elector tardara solamente dos minutos en su paso por la mesa, ¡dos minutos!
Lucia Alfonso Mirabal también columnista de Diario de Cuba se pregunta: ¿Qué hubiera sucedido si hubiera votado menos de la mitad de los cubanos?
“En Cuba la abstención significa el rechazo por el gobierno y el único partido legal que existe. También es posible anular la boleta, pero el régimen podría presentar esas boletas como válidas, pues no hay forma de verificar las cifras oficiales. Desde el punto de vista legal no cambiaba nada el hecho que la abstención hubiera sido de menos de la mitad, como parece que en realidad ocurrió, porque los candidatos designados en Cuba siempre son ratificados, una norma partidista”.
Silvio Arenciba tiene 60 años y residente en Jaimanitas tiene una cortadora de mosaicos y con eso se gana la vida. Dice que no le interesa el número que den, porque es una farsa donde ellos se eligen entre ellos y al pueblo al parecer le da lo mismo. En cambio Guillermo Padilla, foto reportero independiente y un devoto de Dios, expresa que lo que ocurre en Cuba desde 1959 está recogido en la biblia y se llama “apostasía”, que sucede cuando un pueblo le da la espalda a Dios para seguir a un caudillo.
“Desde niño cada vez que había una marcha del pueblo combatiente o una elección, me arrodillaba a orar y pedía, ¡Dios mío, que no vaya nadie!, y siempre el pueblo iba, en masa, a apoyar al caudillo. Muriendo de hambre pero iba, sumiso, a rendir su apostasía a Dios. Dios no le violenta a nadie el corazón, deja el libre albedrío, la gente va y si no van muchos el gobierno dice que fueron muchos y a la gente le da lo mismo, y si fueron muchos porque para mí no debía haber ido ninguno, a ver que iba el gobierno a decir”.
La asamblea que designará al nuevo presidente de la Republica, o ratificara al mismo que se encuentra oficiando, llega a sus sillas en el parlamento con una cortina encima de muchos colores, donde el color que prima es el verde olivo, el rojo y el rosado de los rostros de dirigentes vitalicios o de tránsito por los escaños, que contrasta con los rostros sombríos de los electorales atribulados en su miseria y su crisis, muchos que nunca fueron a las urnas y otros que dejaron sus boletas en blancos y otros más, que por temor… o por convicción revolucionaria y partidistas votaron por el “Voto Unido”.
Por Yunia Figueredo
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