La revolución está muerta, al igual que sus líderes. ¿Puede la nación liberarse?
Editorial del Wall Street Journal, por Mary Anastasia O’Grady
14 de agosto de 2022
Un contundente editorial de uno de los periódicos más famosos del mundo que refleja la realidad del fracaso de la dictadura castrista y prevé un cambio en Cuba (Infocid)
Una manera de pensar en el infierno que arrasó una terminal de almacenamiento de combustible de importancia crítica en el puerto cubano de Matanzas la semana pasada es como una pira funeraria para la revolución de 1959.
La Habana dice que el incendio fue causado por un rayo. Eso puede ser. Pero sin los protocolos modernos de seguridad y mantenimiento para mitigar los riesgos de un acto de Dios, los tanques envejecidos eran un accidente a punto de ocurrir.
Imágenes de hollín negro ondulando a la deriva hacia los cielos durante casi una semana y de los restos carbonizados de las instalaciones son una metáfora de lo que más de seis décadas de tiranía y fraude de Castro han hecho a la alguna vez próspera Cuba.
La corrupción y el gansterismo defendidos por el megalómano Fidel perduran.
El comunismo cubano se ha esfumado. Esa es la buena noticia. Pero la corrupción y el gansterismo defendidos por el megalómano Fidel perduran. Una nueva generación de cleptócratas de Castro —piensen en la Rusia de Vladimir Putin— está tratando de tomar la batuta. Como para probar el punto, la semana pasada el nieto de Fidel recurrió a los medios sociales para anunciar que él y un grupo de “empresarios” habían llegado a Matanzas para “ayudar” al pueblo cubano.
Un mejor resultado no es imposible. Los cubanos claman por un cambio de régimen. Si lo consiguen, un gobierno de transición necesitará apoyo técnico para dar forma a una Cuba libre. Una preocupación razonable es que la administración Biden no está comprometida con la libertad cubana. El Departamento de Estado reabrió recientemente los vuelos de Estados Unidos a dos destinos turísticos de lujo dirigidos por la dictadura militar desesperada por dólares.
La economía cubana se ha rendido. Según un documento de Emilio Morales del Havana Consulting Group, con sede en Miami, los ingresos generados por los nueve sectores económicos más importantes de la isla bajaron un 70% en 2021 con respecto a 2013. La Zona Especial de Desarrollo del Mariel, financiada por el gobierno brasileño, es un elefante blanco. Nueve años después de su inauguración, “solo 32 de las 62 empresas aprobadas por el gobierno siguen operando”, escribe el Sr. Morales, y solo ha recibido “el 13,3% de la inversión proyectada”.
Una epidemia de dengue está arrasando la isla
Hay una grave escasez de transporte, alimentos y medicamentos básicos como la aspirina. Una epidemia de dengue está arrasando la isla, el peso no vale nada y el turismo no se está recuperando de una fuerte contracción pandémica.
Tres de los ocho tanques de almacenamiento de combustible en las instalaciones de Matanzas colapsaron y un cuarto se incendió, lo que significa que el principal suministro de combustible para la generación de electricidad de Cuba está ahora paralizado. Incluso antes del incendio, los apagones diarios eran rutinarios y más que simplemente inconvenientes. Sin electricidad, los alimentos estropeados y los hospitales están sin luz y sin agua corriente confiable. “Vivir en el país se ha convertido en un verdadero infierno para todos: niños, jóvenes, adultos y ancianos”, explica Morales.
La escena política no es más estable. Han pasado 13 meses desde que las protestas en toda la isla, provocadas por la extrema privación, llenaron las calles con llamados a la libertad. El levantamiento dejó atónito al dictador Miguel Díaz-Canel. Desató brigadas paramilitares y agentes uniformados de seguridad del Estado para golpear a los manifestantes en las calles. Muchos recibieron duras sentencias de prisión.
Pero los métodos del régimen para controlar la disidencia, como las porras y las celdas infestadas de cucarachas, no han funcionado esta vez. Como informó el medio de comunicación en línea Diario de Cuba la semana pasada, “las protestas espontáneas se han convertido en un fenómeno regular en Cuba”, y “ya no es extraordinario que haya, todas las noches, especialmente en las ciudades que sufren apagones prolongados, gente golpeando ollas y sartenes y gritando lemas contra el régimen”. Esos lemas incluyen vulgares insultos personales dirigidos a la clase dominante.
Los agricultores han participado en un notable acto de desafío al vender su cultivo de tabaco en el mercado negro, donde supuestamente obtienen tres veces el precio que el gobierno les paga, o simplemente negándose a plantar tabaco.
La manifiesta falta de respeto por el dictador y sus decretos alguna vez fue exigible. Pero la mística de Fidel está tan muerta como él, y a los 91 años su hermano Raúl es, como mucho, una figura simbólica.
La muerte en julio del general Luis Alberto Rodríquez López-Calleja, ex yerno de Raúl, a los 62 años se suma a la anarquía que se avecina. Como jefe del gran conglomerado Gaesa, se había convertido en el hombre más poderoso del país. Bajo su liderazgo, Gaesa tomó el control de aproximadamente el 70% de la economía. Sus negocios incluían turismo, finanzas, comercio minorista, bienes raíces, remesas, el puerto de La Habana, el proyecto Mariel, la empresa de telecomunicaciones y el Banco Financiero Internacional de Cuba.
López-Calleja era inteligente, mundano y despiadado. También era el aparente heredero de Raúl. En la tradición de la familia Castro, utilizó el país para hacerse rico mientras la miseria cubana se profundizaba. Como señala el Sr. Morales, deja atrás una nación en bancarrota “empantanada entre la estupidez de una burocracia que es incapaz de reformar un modelo obsoleto comprobado y la ambición excesiva de una nueva mafia que se ha apoderado de la riqueza del país”.
También deja un vacío de poder, y sabemos cómo se siente la naturaleza al respecto.
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