La Habana apunta a las ganancias de empresas extranjeras mientras reduce las raciones de pan.
Por Mary Anastasia O’Grady. WSJ, 20 de abril de 2025
La dictadura comunista de Cuba está en quiebra y parece haberse quedado sin ingenuos que quieran prestarle más dinero. Este mes supimos que ha comenzado a confiscar dólares y euros de empresas extranjeras en la isla. Tal vez obtenga unos cuantos millones. Pero atacar las ganancias corporativas es como colgar un cartel de “cerrado” sobre una economía moribunda.
La desesperación del régimen no es un misterio. Su pacto de 1959 con el pueblo prometía proporcionar lo esencial para la vida a cambio de la libertad nacional. Nunca fue un buen trato. Hoy es una broma. La represión legendaria continúa mientras escasean la medicina, la vivienda y el combustible. La inflación se dispara. A los padres les cuesta alimentar a sus hijos. En septiembre, el gobierno redujo las raciones de pan de 80 a 60 gramos por día. En diciembre, tras más de seis décadas, anunció finalmente que eliminará la libreta de racionamiento, admitiendo que ni siquiera puede garantizar una lista básica de alimentos.
Reuters informó el mes pasado que “el transporte por tierra, mar y aire en Cuba” cayó un 19% en 2024, alcanzando un nivel no visto en 20 años, según el economista Ricardo Torres, de American University. La infraestructura, desde las carreteras hasta la electricidad, se ha derrumbado. Un demógrafo estima que el 18% de la población emigró entre 2022 y 2023. Los que quedan miran hacia un abismo de desesperanza. Bajo la superficie, hay hambre de cambio. La isla es un polvorín.
A este panorama económico sombrío se suma una sentencia judicial del Reino Unido, emitida en diciembre, que dictaminó que el Banco Nacional de Cuba y el Estado cubano son responsables de dos acuerdos de préstamo de 1984, regidos por la ley británica, por un monto de unos 75 millones de dólares. El fondo de inversión CRF, con sede en Islas Caimán, compró la deuda en el mercado secundario y llevó al banco y a La Habana a juicio por impago. A principios de este mes, la Corte Suprema del Reino Unido rechazó escuchar la apelación de Cuba.
El fallo desfavorable apenas rasca la superficie de las obligaciones de Cuba. A lo largo de la revolución, el régimen ha tomado prestados entre 50.000 y 100.000 millones de dólares. Es difícil calcular el total porque muchos de estos préstamos han sido condonados. La Unión Soviética y luego Venezuela sostuvieron al régimen, pero países como China, Japón, Francia, Canadá, Italia, Brasil y México también le extendieron crédito. La deuda pendiente es actualmente de unos 40.000 millones, según el Havana Consulting Group, con sede en Miami.
Las empresas extranjeras, invitadas al país desde mediados de los años noventa, también ayudaron a mantener vivo al régimen mediante inversiones directas. Pero el capitalismo no funciona en una economía gobernada por mafias totalitarias. Por eso, 30 años después de la “apertura”, la inversión extranjera directa sigue siendo mínima. La Habana culpa de su pobreza al embargo estadounidense. Pero su historial con acreedores soberanos y empresas privadas explica mucho mejor por qué el capital huye de la isla.
A principios de este mes se supo que funcionarios cubanos han informado discretamente a algunas empresas extranjeras que ya no pueden repatriar sus ganancias. Es imposible saber cuántos inversores están afectados, ya que no ha habido ninguna declaración oficial. Las empresas parecen recibir la noticia en “entrevistas” privadas, como supuestamente llama el régimen a estas sesiones de presión.
La inversión extranjera en Cuba es en gran parte española, y hubo rumores la semana pasada de que el gobierno socialista de Madrid intentó silenciar la historia presionando a los medios españoles para que no la cubrieran. Aun así, la noticia se filtró. Un titular de la agencia EFE del 10 de abril decía: “Cuba bloquea la repatriación de divisas a empresas extranjeras radicadas en el país”.
Los inversores no parecen querer quejarse públicamente. Pero están hablando. “Estamos completamente en desacuerdo. Ese dinero no es del gobierno [cubano], sino de las empresas”, dijo a EFE un empresario no identificado, que afirmó que sus activos habían sido “congelados”. Dijo que le informaron que su dinero solo podría utilizarse dentro de Cuba. EFE también informó que “en algunos casos” las empresas “se han quejado a sus respectivos gobiernos, según fuentes empresariales y diplomáticas familiarizadas con la situación que pidieron el anonimato”.
Estas expropiaciones arbitrarias transmiten el mensaje de que lo que los empresarios ganan en Cuba, no les pertenece. Aun así, quienes pierden dinero tal vez encuentren consuelo al saber que las cosas podrían ser peores. En 2011-12, el arquitecto británico Stephen Purvis pasó 18 meses en mazmorras cubanas después de que Raúl Castro decidiera apropiarse de su negocio. Purvis relató su escalofriante experiencia en sus memorias de 2017 tituladas “Close but No Cigar” (Cerca pero sin puro).
Cuba todavía recibe remesas en divisas y pagos de gobiernos que participan en el tráfico humano del régimen mediante el envío de médicos y enfermeros. Pero no es suficiente. Drenar a las empresas extranjeras tampoco lo será. Si la dictadura espera sobrevivir, necesita un nuevo padrino ideológico dispuesto a quemar dinero.
Escriba a: OGrady@wsj.com
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