El escultor Juan José Sicre inició la tarea de tallar los primeros bloques el 15 de octubre de 1956, de un total de 52 que pasarían a conformar la efigie de José Martí de 18 metros. El mármol se extrajo de las cercanías del Abra, en la Isla se la Juventud, donde Martí residiera en octubre de 1870 en la propiedad de la familia Sardá. El 4 de marzo de 1870, Martí fue condenado a seis años de prisión, pena posteriormente conmutada por el destierro a la Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud), al suroeste de la principal isla cubana. Llega allí el 13 de octubre.
En una señal de la perdida de temor de la población al régimen, que antes iba en masa, coaccionada por el miedo a perder el trabajo, a ser señalada como enemiga de “la revolución, etc., la dictadura ya no celebrara el 1 de mayo en la Plaza Cívica José Martí, a la que le ultrajaron el nombre para renombrarla Plaza de la Revolución. Ahora lo celebraran en un lugar nombrado La Tribuna Antiimperialista con un área cinco veces menor que la Plaza Cívica José Martí.
A propósito de esta noticia, nos parece necesario que dejemos de usar el nombre de Cuba como sinónimo del régimen, la semántica importa, la semántica puede servir para engañar, para mentir, para confundir.
Usar el título de: “CUBA NO HARÁ SU HABITUAL DESFILE DEL 1 DE MAYO POR ESCASEZ DE COMBUSTIBLE, MUDA EL ACTO A TRIBUNA ANTIIMPERIALISTA” no es solo incorrecto porque no es Cuba la que está haciendo su desfile en un lugar o en otro, sino la dictadura. Usar el nombre de Cuba como sinónimo de dictadura es hacerle un favor a la dictadura, un favor que tiene su efecto político, es propaganda castrista. No nos hagamos eco de ella.
Es el caso de seguirle llamando la Plaza de la Revolución a la Plaza Cívica José Martí. La plaza fue en honor a José Martí y su nombre debe ser honrado como tal. Tenemos que recuperar lo ultrajado, lo robado y lo tergiversado. Sigue en Cubacidtelegram
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