Dios nos acompaña, pero la batalla tenemos que darla nosotros

Por |2020-11-11T10:26:28-06:0010 noviembre, 2020|La Nueva República, Represión|Sin comentarios

Yo creo que Dios siempre va a acompañarnos en nuestra lucha contra la opresión. Yo pienso que Dios multiplicará nuestras fuerzas y guiará nuestra resistencia hacia el triunfo. Estoy convencido de que somos capaces de derrotar al enemigo. Dios nos acompaña, pero la batalla tenemos que darla nosotros y tenemos que tener una visión muy clara de la realidad.

Cuba se encuentra en un estado lamentable de pobreza moral. La permanencia en el poder del régimen totalitario que gobierna, por más de 60 años, depende del soporte exterior que recibe y  compensa con solidaridades oscuras y complicidades perturbadoras.

Por su parte las víctimas, ya sean pasivas o activas, se han acostumbrado a convivir con esa dependencia tóxica de esperar que otros resuelvan sus problemas o, cuando menos, que algún poder fuera de su control y sin ningún compromiso real con sus desgracias, los rescate.

Pero cuando el proceso de esperar se convierte en una forma de vida, la existencia se transforma en una maniobra de habilidades y máscaras emergentes, donde el ser real pierde legitimidad y acaba desapareciendo bajo la incertidumbre de las identidades múltiples. De ahí, que se haga necesaria la intervención de una presencia Alfa en la solución del conflicto.

Pero, como lo describe el viejo proverbio, “No es lo mismo llamar al demonio que verlo llegar”. La opresión no es una cadena que se rompe con un hechizo. La cadena hay que golpearla con fuerza, aun a riesgo de lastimar o perder el miembro al que está atada. La libertad es una actitud ante la vida que exige un sacrificio perseverante y audaz, y que sólo acaba cuando dejas de respirar.

Cuando se trata de tu libertad, no puedes permitirte la irresponsabilidad infantil de ser descuidado. La fe sólo funciona si trabajas, si acompañas el poder de la oración con la fuerza de la acción infatigable.

No será un milagro lo que nos salve, ni la llegada de un mesías sobrehumano venido del exterior. Un rescate se convierte en una deuda que, a corto o mediano plazo, tendrás que pagar o dejarle a tus hijos como una herencia maldita.

La solución está en la fuerza de tus brazos, en la convicción de la rectitud de tus derechos, en la rabia noble de cada golpe en legítima defensa. La solución es dejar la pereza de consolarte con la esperanza y luchar, con puños y dientes, hasta que todas las oscuridades se rompan mientras caminamos hacia la luz.

Por Ernesto Aquino

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