El amor es un egoismo desinteresado que se fortalece en la vigilia por el bienestar de los demás. Es la poesía donde se rompen las oscuridades humanas y se reconcilian con la luz todas las perversidades. Algunas almas lo confunden con la lujuria, de donde resulta que la maldad pare sus monstruos. Pero los monstruos no deciden. Y aunque la maldad se cobra muchas víctimas, el amor nos retribuye por las pérdidas reduciendo el poder destructivo de los resentidos y los ambiciosos. La existencia de Dios parte de la necesidad humana de ser amados.
Por eso, febrero nos trae su día de celebración, un día para recordar que el amor es el fundamento de la existencia; el origen de la vida y la evolución; el empeño insconciente de la especie por alcanzar formas más desarrolladas y prósperas. El centro de nuestras mejores aspiraciones representando el ideal de la perfección humana.
Es un día de alabanza a la mujer, al hombre, la madre, el hijo, el padre, el hermano, los amigos, la naturaleza; es un día para retomar la pureza que sacrificamos por los sueños inscontantes de adultos y regresar a la niñez, donde la inocencia realiza todas las solidaridades.
Siquiera por este día dejemos que el perdón entre en nuestros corazones como una ofrenda de gratitud por el milagro de la vida. Pongamos a un lado las diferencias que no dividen para disfrutar el magnífico espectáculo que nos ofrecen las cosas comunes que nos unen y edifican.
Y encontremos el paraíso que perdimos, regalando abrazos y socorros; alentando el sacrificio de los que luchan por un mundo mejor, compartiendo el trabajo de los que construyen e integrándonos como un todo, agradecidos y piadosos, en un proyecto de paz que se puede alcanzar cuando el amor es la causa de todo.
Por Ernesto Aquino
Artículo de La Nueva República
Deja tu comentario