El silencio y la humillación están demandando que devolvamos el golpe

Por |2020-12-02T11:50:33-06:002 diciembre, 2020|CID, Represión|Sin comentarios

El régimen castrista lo volvió a hacer. Sin que le temblara la mano, y con el más absoluto desprecio por la vida y los más elementales derechos y libertades humanas. Lo volvió a hacer, ante los ojos del mundo; con la arrogancia inescrupulosa y desafiante de la brutalidad impune. El silencio y la humillación están demandando que devolvamos el golpe.

 

Los sucesos del barrio San Isidro es la continuidad de 61 años de una política de fuerza e imposiciones arbitrarias que han destruido la esencia de todo lo que le da sentido a una nación. Pero también, es mucho más. Es la acción acusatoria en sí misma, de la complicidad global, que incluye a los organismos mundiales, como la OMS, la ONU y sus organizaciones accesorias.

 

A pesar de todas las denuncias probadas de violaciones constantes a los derechos humanos, el gobierno cubano fue ratificado, una vez más, como miembro de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Una muestra inequívoca de la aberración moral que el nuevo orden mundial quiere establecer como fórmula ideal para el futuro de los pueblos.

 

Los pueblos oprimidos han sido llevados al límite, y los pueblos que han disfrutado de libertad y democracia están siendo atacados con furia demencial. La humanidad está en una definitiva encrucijada: la lucha pacífica está agotada, con las manos atadas a la espalda.

 

El diálogo, los acuerdos de paz, los convenios de cooperación, la condonación de las deudas, y todas las herramientas políticas que han usado (y continúan usando) los actores internacionales, para forzar a los regímenes tiránicos a realizar cambios, han resultado en el fortalecimiento de esas tiranías.

 

Los pueblos que sufren el azote de los totalitarismos han sido estafados por esas políticas de paños tibios, que sólo consiguen comprarles más tiempo en el poder a los criminales.

 

La humanidad tiene ante sí el más grande y definitorio desafío de toda su historia de civilización. La lucha pacífica es una guerra de yunque y martillo que sólo consigue una cuota de martirologio para los golpeados. La paz no se alcanza con una súplica. El silencio y la humillación están demandando que devolvamos el golpe.

Por Ernesto Aquino

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