Los jóvenes cubanos se han convertido en una mercancía muy codiciada para los turistas extranjeros (sobre todo europeos). Los turistas que visitan la isla, conscientes de las necesidades económicas que afecta a la sociedad cubana, manipulan las carencias y sueños de los cubanos para satisfacer sus apetitos sexuales.
El acoso al turismo se ha convertido en acoso del turista. Como auténticos depredadores humanos visitan en la noche los centros nocturnos recreativos, y lugares relacionados con el ambiente artístico, para dar caza a las presas más vulnerables.
Para los jóvenes, este juego del gato y el ratón es otro más de los tantos modos de vida alternativo para mejorar su calidad de vida; un juego en el que los roles se truecan y confunden de acuerdo a la cantidad de intereses que se intercambian.
El fenómeno, que aunque no es nuevo se ha incrementado escandalosamente, tiene una mayor incidencia en turistas que sobrepasan los 50 años, mientras la edad promedio de los jóvenes codiciados oscila entre los 20 y los 28.
Centros recreativos como el 1830, la Casa de la Música de Miramar, el club nocturno Don Cangrejo, el restaurant Dos Gardenias son verdaderos cotos de caza, con la música, los tragos y la noche como telón de fondo.
Muchos jóvenes entrevistados (mujeres y hombres), cuyas identidades no serán reveladas por motivos de seguridad, aseguran que el argumento más recurrente de las extranjeras (en su mayoría muy adultas) para justificar su desenfreno sexual, es que los hombres europeos son muy fríos en el amor.
Y cuentan los testimonios que las turistas refieren que han pasado “toda su juventud trabajando, atendiendo al marido, criando a los hijos y acumulando capital, y que ahora es tiempo de darse algunos lujos”. Pero resulta que ese es también el argumento de los hombres mayores que visitan la isla en busca de sexo joven.
Las autoridades cubanas continúan persiguiendo y sancionando lo que consideran “Asedio al turismo”, sin considerar que las víctimas no son los extranjeros.
Sin ahondar en las causas de la prostitución y otras corrupciones sociales, siempre asociadas con el problema económico y la falta de oportunidades, lo cierto es que en el juego de intercambio de favores sexuales entre adultos no hay presas ni cazadores, sino intereses, acuerdos y posibilidades.
Sin embargo, justificar el comercio sexual por motivos económicos nunca será la solución para hallar remedio o alivio al hastío de tanta juventud decepcionada.
Miles de otros jóvenes, afectados por los mismos problemas, se refugian en la religión, los estudios, el arte y el perfeccionamiento de múltiples oficios, con el propósito de alcanzar un mayor crecimiento humano que los dignifique.
El mejoramiento de la conducta social del pueblo cubano no es sólo un problema de cada individuo, sino también de la excesiva tolerancia del gobierno con el apetito insaciable de los turistas, quienes trafican con la desgracia y las necesidades de un pueblo sin esperanzas.
Por Ernesto Aquino Montes
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