Los enemigos de la libertad quisieran que la frustración y la desmoralización nos paralizaran, pero no hay tiempo ni espacio para el derrotismo. En Venezuela las elecciones no fueron limpias ni tampoco un fracaso total para la oposición.
Cuando los precios del petróleo no puedan continuar sosteniendo la anarquía chavista, los demócratas venezolanos estarán listos para asumir el liderazgo del país. Cuando en Cuba se acerque el abismo del que ha advertido Raúl Castro, la oposición democrática también tiene que estar igualmente organizada.
En Venezuela nosotros esperábamos un milagro, esperábamos demasiado. El castrochavismo estaba luchando por su supervivencia. La derrota hubiera obligado a los chavistas a desconocerla o a aceptar el inicio del desmantelamiento de su régimen de corrupción y abusos.
Una buena parte de la dirigencia chavista habría terminado ante los tribunales o en el exilio. Para el castrismo habría sido el principio del fin. Sin la subvención de petrodólares venezolanos la dictadura en Cuba es insostenible. Este fue un escenario posible pero improbable.
Improbable porque a favor de Chávez estaba la maquinaria de un estado poderoso con recursos económicos ilimitados y el temor de siete millones de votantes que creyeron que sin el Comandante procastrista podrían perder el espejismo socialista en que están embaucados. Para ellos la confrontación no era entre la democracia y la dictadura. Quien no entienda esto no ha comprendido el poder que tiene la demagogia en Latinoamérica. Tampoco podrá combatirlo.
En el 2006, con el Estado en sus manos, Hugo Chávez ganó por un margen de votos del 26%. En el 2012 a pesar de los altos precios del petróleo su ventaja en las elecciones se redujo al 9.43% de la votación. Chávez 54.42%, Capriles 44.99%.
Si Enrique Capriles y la Mesa de Unidad Democrática hubieran contado con recursos similares a los de Hugo Chávez, los chavistas habrían hecho imposible las elecciones; no iban a arriesgarse a perder el poder. Las elecciones permitieron que la oposición democrática se uniera y alcanzara el 45% de los votos. Un éxito que no puede tirarse por la borda.
En el caso cubano la dictadura ha ganado tiempo pero no lo aprovecharán con inteligencia. Siempre que han atravesado una crisis que los ha obligado a ceder en su rígido centralismo, frenan los cambios y regresan a posiciones reaccionarias. Segura la tiranía del triunfo de Chávez antes de las elecciones, anunció que no necesitaban ninguna inversión del exilio porque su problema se resolvía con inversiones de cientos o millones de dólares. Con esa mentalidad seguirán cavando su tumba.
Las circunstancias exigen que la oposición cubana no pierda un día. La experiencia de la Mesa de Unidad Democrática en Venezuela debía imitarse en Cuba aunque sea con una unidad muy elemental. Una que evite fricciones y fortalezca la imagen de la oposición ante el mundo y la población. Mientras esto se alcanza no se puede esperar. Hay que continuar sin tregua el enfrentamiento para impedirle el descanso a un régimen corrupto y decrépito.
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