La policía y los demás cuerpos represivos del gobierno se dedican a vigilar y a perseguir a los opositores, mientras los crímenes y broncas callejeras suceden sin que las autoridades pongan freno. Poco o nada se conoce de los frecuentes asesinatos en la ciudad y menos de otras manifestaciones de violencia producto de la desesperación y las frustraciones de la juventud. Se puede decir que en Palma Soriano no hay ley.
La asfixia a que ha sido sometida la juventud ha creado bombas de tiempo que estallan por cualquier circunstancia. El hombre y la nueva mujer son personas con una carga de violencia reprimida que una vez llegada a su límite busca escape por irracional que sea el motivo, para luego empezar a tomar presión nuevamente.
El gobierno no tiene ni los medios ni la capacidad de controlar esta situación, que sumada al descontento popular puede llegar muy lejos. Creer que la violencia contra el pueblo es la solución es pensar que el temor funcionará hoy como lo hizo ayer, cuando el paredón y las largas condenas a prisión no eran repudiados públicamente por la población y los medios de comunicación internacionales guardaban silencio.
Una nueva Cuba tendrá que atender este gran problema social de las aspiraciones y la violencia reprimidas. Por eso el concepto de libertad y democracia deben ir de la mano con el del amor, el perdón, la paciencia y la educación, además de las oportunidades que permitan a una nueva generación realizar su potencial y aliviar sus dolores.
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