Por Pedro Campos
Con motivo de la visita de Raúl Castro a Camagüey el miércoles de la semana pasada, desde el lunes previo varios opositores y periodistas independientes fueron obligados a permanecer en sus casas, a manera de prisión domiciliaria. También fueron sacados de las vías públicas trabajadores por cuenta propia y vendedores ambulantes.
La única explicación que recibieron algunos de los afectados es que se trataba de una visita de “alto nivel”.
No es lógico suponer que estos opositores, periodistas y vendedores ambulantes fueran a realizar un atentado a Raúl o algo por el estilo, dado el control total que hay en Cuba, además de que hace ya muchos años la oposición asumió la vía pacífica.
Otra explicación aparente es que el régimen del General quiere mostrar una imagen de tranquilidad en la población que no es real, tal y como se demostró en esta ocasión.
Si el gobierno confiara en el pueblo no tenía porque montar esos dispositivos y en todo caso hacerlo moderadamente y dirigido a eventuales peligros más menos objetivos contra la vida del mandante.
¿Qué podría provenir de los “objetivos” del operativo: opositores pacíficos, periodistas independientes y vendedores ambulantes, que generara tanto despliegue?
Algunos gritos o carteles contra la dictadura. Alguna pregunta incómoda de un periodista que lograra acercársele. Un reclamo público de algún arriesgado carretillero que no soporta los altos impuestos. U otro Llorente que agite una bandera de EEUU en símbolo de amistas hacia ese país.
Si un gobierno no puede admitir estas mínimas manifestaciones de desacuerdo está indicando muy claramente su carácter represivo, su inseguridad, su excesivo celo y su falta de tacto político.
Entonces, ¿son tan brutos o hay otra explicación?
Claramente esto es una demostración de que el mismo Raúl es consciente de su falta de popularidad en esa Provincia. El Camagüey agrícola y ganadero fue una de las regiones más devastada por las políticas agropecuarias de los Castros y especialmente por la 1ra y 2da Ley de Reforma Agraria y la Brigada “Che Guevara”, que convirtieron bastas regiones productores de ganado, caña y frutales en desiertos y marabuzales.
Pero los campesinos camagüeyanos, vulnerando todos los obstáculos interpuestos por el castrismo, son hoy los principales suministradores de queso a las pizzerías, cafeterías y restaurantes que surgieron y crecieron al calor de la apertura limitada al trabajo privado. Han demostrado de lo que son capaces.
Ese amplio despliegue de seguridad, es un claro indicativo de que el General siente algún temor particular, especial, en relación con el pueblo camagüeyano, pues ese tipo de control tan estricto nunca se ha presentado en otras visitas de Raúl Castro a otras ciudades.
Sí, hay más. Raúl tiene otras razones para temer al pueblo camagüeyano.
La tierra del Mayor nunca fue amante del castrismo. Fue desde allí donde el Comandante Huber Matos escribió a Fidel dos cartas denunciando la penetración “comunista” y solicitando se le aceptara la renuncia que le fue negada, y por las cuales fu acusado de traidor.
Los camagüeyanos no olvidan que en aquellos días convulsos de Octubre de 1959, el Regimiento bajo las ordenes de Huber Matos que le había jurado fidelidad, no se prestó a la provocación de enfrentarlo a Camilo, lo cual hubiera provocado un baño de sangre y le hubiera permitido a Fidel acusar a Huber Matos de sedición, como al parecer era la intención del caudillo.
Camilo y Huber eran muy amigos y ya habían hablado del problema “comunista” (*).
Tampoco los camagüeyanos olvidan que violando la Jefatura del Ejército Rebelde que ostentaba Camilo, Raúl Castro fue nombrado Ministro de las FAR en días previos, el 16 de Octubre de 1959, en lo que fue un golpe bajo al más popular y carismático líder de aquella contienda.
Según testimonio del Comandante Huber Matos, cuando Camilo fue a reunirse con él, habló con Fidel desde el cuartel y le dijo que estaba cometiendo una injusticia, pues allí no había ninguna sublevación a la que, supuestamente, debía sofocar.
Fidel, al parecer insatisfecho con la gestión de Camilo se dirige a Camagüey y es quien y manda a coger preso a Huber Matos y lo envía para La Habana. Camilo va hacia Santiago de Cuba y regresa días después a Camagüey. Según diferentes versiones sale el 28 para La Habana y desaparece, nunca se supo si entre las olas del mar o las nubes del cielo.
Para los camagüeyanos quedó el gesto de Huber de evitar la confrontación. Él sabía los peligros a los que se exponía el proceso revolucionario iniciado con la caída de Batista y no quería dar pretextos a la aceleración de la estrategia de Fidel de destruir las fuerzas democráticas dentro de la revolución.
Todos aquello sucesos fueron recibidos por la mayoría de los camagüeyanos con sorpresa e incredulidad. Huber Matos era respetado en la provincia y aunque llevó a cabo los planes de la Revolución, no apoyó el odio que se estaba tratando de crear entre las clases sociales, la Provincia bajo su mando fue la de menos fusilamientos e incluso había tenido que ir a la radio a defender unos soldados de Batista acusados de crímenes que, en realidad, habían actuando dentro de las leyes de la guerra (*).
Los fantasmas de Huber y Camilo junto a aquellos hechos, son las causas verdaderas del miedo escondido de Raúl Castro al pueblo de Camagüey, la verdadera explicación de ese operativo contra los camagüeyanos.
(*) Correspondencia personal entre el hijo de Huber Matos y el autor del artículo.
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