HUBER MATOS TRIUNFÓ           

Los recuerdos de mi padre que surgen en conversaciones con mis hijos y amistades tienen diferentes matices.  Entre otras, vienen imágenes del padre cariñoso y estricto al mismo tiempo, de su vocación a la agricultura que heredó de su padre campesino, de las pesquerías en Cabo Cruz con la familia, del maestro querido en su pueblo, y de su amor a la patria que le inculcó desde la niñez su madre — que también era maestra.

Fue un hombre con una mezcla de incuestionable valor personal, inteligencia y claridad de ideas, y buenos modales acompañados de una sonrisa afable.  Esos atributos le ganaron la admiración de sus alumnos en Manzanillo, de los guerrilleros en la Sierra Maestra, y más tarde de sus hermanos de prisión.

En octubre de 1959 la inmensa mayoría del pueblo estaba bajo el hechizo de un farsante, un mesías taimado cuyas intenciones nadie se atrevía a cuestionar. Para un comandante en la cúpula del poder lo aconsejable era callar, como hicieron otros, y sobrevivir disfrutando de privilegios mientras se fraguaba la traición.  Consciente del precio que tendría que pagar, el comandante Huber Matos no titubeó en alzar su voz diáfana de alerta al pueblo cubano.

Hoy, cuando reflexiono sobre la vida de mi padre, la idea que sobresale es esta:  HUBER MATOS TRIUNFÓ.  Firme en sus convicciones resistió sin claudicar los 20 años de prisión oprobiosa, pero nunca permitió que el rencor consumiera su espíritu.

Vivió para contar la verdadera historia de la revolución traicionada.  Trabajó sin descanso hasta el último minuto de su vida defendiendo la causa de nuestro pueblo, siempre con la misma sonrisa afable y la tranquilidad espiritual de haber cumplido con el deber en todo momento, aun cuando el camino a seguir era el más espinoso.

El bien de Cuba fue la estrella que guió su travesía por este mundo.

Rogelio Matos Araluce
octubre 21 de 2021