Importar 40.000 toneladas de azúcar es la punta del tempano del fracaso económico

Por |2018-10-30T07:10:59-06:0025 octubre, 2018|CID, Corrupción y robos, Economía, Venezuela|Sin comentarios

Cuando Raúl Castro asumió el poder hace diez años, en el 2008, hizo del aumento de la producción de alimentos su principal prioridad. El fracaso de su promesa es imposible de disimular, Cuba sigue importando la mayor parte de los alimentos que consume, entre del 60 al 70%,  a un costo aproximado de 2000 millones de dólares.   Según Mark Frank, de la agencia noticiosa Reuters, en los últimos diez años la producción agrícola en la Isla se ha estancado.  Esto no incluye la producción de azúcar cuyo retroceso es continuo. Entre 2017 y 2018 el régimen se ha visto en la necesidad de importar 40.000 toneladas de azúcar de remolacha de Francia. Esta compra es la punta del témpano del fracaso económico.

 

La necesidad de importar azúcar es la demostración más evidente de la incapacidad del gobierno castrista.  Cuba fue la principal exportadora de azúcar del mundo e incluso en 1961, dos años después de la llegada del Fidel Castro al poder, Cuba todavía era la fuente de una tercera parte del azúcar que se comerciaba internacionalmente y producía ocho veces más azúcar que su más cercano competidor. En ese momento, hace más de medio siglo, la producción de azúcar en Cuba era de aproximadamente seis millones de toneladas anuales; Cuba tenía entonces unos seis millones de habitantes. Hoy hay más de  11 millones de habitantes y la producción de azúcar de esta última zafra es de 1,1 millones de toneladas.

 

En los años 90 el país llegó a producir  ocho millones de toneladas. En la zafra 2017-2018 se esperaba una producción de 1,6 millones de toneladas de azúcar, que se ha reducido a 1,1 millones de toneladas de las cuales 400.000 toneladas están comprometidas a China y el resto no alcanza para cubrir las necesidades de la población cubana. Según escribió en Cubanet Alberto Méndez Castelló el pasado mayo: “Creo que si no se llega a un acuerdo con los chinos, habrá que comprar azúcar en Latinoamérica para cumplir los compromisos. El azúcar de esta zafra escasamente da para el consumo nacional. A cuatro libras per cápita, solo la libreta (de racionamiento) necesita más de 255 mil toneladas anuales. Súmele luego la venta liberada, el consumo social (hospitales, escuelas…) y los millones de visitantes que se suman anualmente a la población nacional y cuando menos, se toman un coctel”.

 

Tanto para justificar la reducción de la producción agrícola no azucarera como para la de ésta, las excusas del régimen han sido el “bloqueo” de los Estados Unidos y las condiciones naturales: sequías, lluvias extremas, huracanes.  La prensa internacional siempre se hace eco de estos argumentos favoreciendo la imagen de la dictadura como víctima de los Estados Unidos y del clima. En realidad, el fracaso es el típico de las economías comunistas, agravado en Cuba por los caprichos de Fidel Castro, que siempre se creyó un experto en todo.

 

Castro relegó la importancia de la producción de azúcar de la economía cubana y hace 18 años desmanteló la mayoría de los 156 centrales que funcionaban.  El argumento esgrimido para justificar aquel atentado contra la principal industria del país fue rebatido en enero de 2003 por el economista Oscar Espinoza Chepe: “Ahora, cuando se plantea que solamente quedarán 71 centrales elaborando azúcar y 14, produciendo mieles, de los 156 existentes en el país, se demuestra falsa la aseveración oficial de que esta medida se debe a la baja actual de los precios del azúcar en los mercados mundiales, pues en realidad es consecuencia de la ineficiencia acumulada durante años, así como de la falta de previsión”.  Hoy la Isla tiene nada más que 50 centrales.  Desde que Raúl Castro llegó al poder en 2008 no ha hecho los cambios necesarios para frenar el deterioro económico por miedo a que la población exija mayores reformas.  (Ver “Cuba: ¿Qué esperar?” por Jaime Suchlicki).

 

La importación de azúcar de Francia es solo una manifestación más de una economía plagada por la corrupción, la falta de estímulos y una dictadura cuya prioridad es mantenerse en el poder, poder que puede sostener por la represión y el saqueo de la economía venezolana. La realidad es que la economía cubana es deficitaria.  Hace dos años, en 2016,  importaba 6.730 millones de dólares y exportaba solamente 1.180 millones de dólares, un déficit de 5.550 millones de dólares, ocho veces más que en 1995 cuando ese déficit era de 830 millones de dólares. Ni el “bloqueo” ni los desastres naturales puede explicar semejante desastre.

 

Por Huber Matos Garsault, presidente de la Fundación Huber Matos por la democracia

 

 

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