La historia nos la han contado nuestros abuelos y nuestras madres. La conocemos de memoria y a pesar de ello volvemos a repetir los mismos errores.
Hace dos mil años un hombre lleno de entusiasmo por su pueblo y sus ideales de amor y fraternidad, reunió un grupo de discípulos alrededor de una mesa: la Santa Cena. El quería dejarles su mensaje y pedirles que lo repitieran al mundo: Jesús quería nuestro bien y todos los comensales debían repetir su evangelio.
Lamentablemente sabemos que uno de sus discípulos lo traicionó, instituyendo así el drama más profundo de nuestra historia que los cristianos recuerdan cada año. Esa traición creó para siempre lo que yo llamaría el “Síndrome de Judas”.
La historia vuelve a repetirse ante nuestros ojos porque como decía Maquiavelo: “la historia se repite porque las pasiones de los hombres son siempre las mismas (la “virtus”) aunque sus circunstancias cambien (la “fortuna”).
Venezuela logró reunir alrededor de una “Mesa de la Unidad” (MUD) prácticamente todos los partidos y grupos que rechazaban la dictadura del chavismo impuesta desde hace 17 años. Gracias a esa unidad lograron lo inimaginable: una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional que les hubiera permitido no solo echar afuera al Presidente Maduro, sino incluso cambiar todo el sistema de opresión creado por Hugo Chávez.
Lamentablemente, en nombre de esa unidad y la presión internacional cayeron en la trampa del diálogo y con la complicidad del socialista español José Luis Rodríguez Zapatero y el papel ambiguo de la Iglesia Católica, detuvieron el impulso de una revocación de Maduro que ya tenían casi ganada. Las promesas del Gobierno se esfumaron y la Asamblea, para cumplir las suyas, se quedó sin los 3 diputados que le daban la mayoría absoluta. Punto final de ese proceso de diálogo (en realidad monólogo), los Diputados de la MUD tenían en sus manos un “joker”: cambiar la estructura del Consejo Nacional Electoral (CNE) que les pondría a salvo de todas las triquiñuelas del pasado y abriría al país la posibilidad de elegir democráticamente sus dirigentes.
Y fue en ese momento que el “Síndrome de Judas” volvió a repetirse: a la reunión del Parlamento que hubiera permitido de realizar el cambio de rectores del CNE faltaron los tres diputados que se necesitaban para obtener el quórum indispensable para una decisión legal.
¿Casualidad que dos de esos diputados pertenecían al mismo partido?
La investigación prevista por la Asamblea nos permitirá de ver con lucidez lo que pasó en realidad, pero frente a un acto de esa envergadura, pobres serán las excusas.
En todo caso, ese dramático (yo diría trágico) final de la epopeya venezolana que estuvo a punto de culminar con la desaparición de un sistema económico, político y social que tiene a uno de los países más ricos del planeta en la miseria la más absoluta, debe servirnos de lección y ejemplo por dos razones.
En primer lugar, para los cubanos, la caída del chavismo que como es sabido lo engendró Fidel Castro y lo dirige desde Cuba Raúl y sus sátrapas, hubiera sido una gran victoria. Más aun, el “Síndrome de Judas” debe alertarnos contra toda tentativa de unión que no sea “con todos y para el bien de todos”, como decía Martí.
La unión no es el paradigma de la libertad si no solo uno de sus componentes.
Por Francisco Condis y Troyano. Profesor Emérito de Economía (Universidad Católica de Lovaina Bélgica). Ex Consejero del Ministerio de Industria en Polonia.
Miembro del Comité Ejecutivo del CID
Representante del CID ante la Unión Europea.
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