En nuestra aspiración a vivir en una sociedad en la cual la tolerancia a las ideas y a las formas de vivir de los demás deben ser valores fundamentales, el cristianismo, en su prédica de amor entre los seres humanos y su rechazo a la violencia, tiene vigencia universal.
Para el cristianismo la vida humana no es un accidente cósmico, sino el producto de la creación divina, que dotando de inteligencia y creatividad al ser humano lo alienta al uso de la libertad con el fin de que pueda escoger, por su libre voluntad, la forma de vida que le permita su realización personal y el tipo de contribución que brindará a la sociedad.
Nosotros los cubanos, (hijos de Dios, con derecho a vivir en libertad, sin que nadie se otorgue por la fuerza, la superioridad intelectual y moral para reprimirnos por nuestras convicciones o aspiraciones) por más de medio siglo hemos sido educados y forzados a la idolatría de hombres e ideas, que castigan brutalmente al menor indicio o sospecha del uso del libre albedrío.
En el orden legal y político, el camino a la libertad y al respeto de los derechos humanos es el camino hacia un Estado de Derecho, que alcanzaremos como resultado de un esfuerzo patriótico, pacífico, organizado y constante; pero en el orden espiritual, los cubanos tenemos que liberarnos primero de la prisión mental en que nos han encerrado por tanto tiempo.
Olvidar a Dios en estas circunstancias es una opción para todos nosotros, como es también una opción el recurrir a la oración, para que El, con sus poderes y su misericordia, nos llene de esperanza y nos ayude en nuestra lucha por la libertad.
Por el Partido Cuba Independiente y Democrática (CID)
Roberto Marrero de la Rosa, Presidente
Camagüey, 24 de diciembre de 2009
Patria Pueblo y Libertad
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