En Siria hay intensos conflictos religiosos. El 74% de la población es musulmana sunita que vive sometida por la brutal dictadura del alauita Bashar al-Assad. Los alauitas son una secta minoritaria musulmana que representa el 12% de la población siria. Desde hace dos años y medio los sunitas se rebelaron contra Assad y hasta la fecha más de 100,000 personas han sido asesinadas, la mayoría eran civiles sunitas; 1,900,000 sirios han huido del país.
El pasado 21 de agosto como resultado de un ataque con armas químicas contra once sitios en barrios sunitas en Damasco murieron asfixiados 1429 personas entre ellos 424 niños. Días antes los servicios de espionaje de los Estados Unidos habían detectado movimientos sospechosos en los lugares donde la dictadura almacena su armamento químico. Como el dictador es quien tiene el control directo de estas armas su responsabilidad personal es irrefutable.
Este genocidio debía ser sancionado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el castigo al régimen de Assad debía ser una decisión de su Consejo de Seguridad. El problema radica en que Rusia y China son aliados de la dictadura siria, son miembros permanentes del Consejo de Seguridad y tienen derecho al veto. En el pasado Rusia y China se han negado a condenar sus atrocidades y todavía lo apoyan, razón por la cual esta guerra se ha prolongado.
Los gases químicos son armas de destrucción masiva y su almacenamiento y uso está prohibido por convenios internacionales. El presidente Barak Obama y el presidente de Francia, Francois Hollande, argumentan que si la dictadura siria no es penalizada las utilizará de nuevo y otras tiranías se sentirán en libertad de hacerlo. El razonamiento es irrebatible. Obama ha solicitado autorización del Congreso para lanzar un ataque limitado contra objetivos estratégicos de las fuerzas armadas sirias.
La solución negociada del conflicto sirio comienza con la salida de Assad del poder y un gobierno de transición donde todas las partes estén representadas. Ni Rusia ni China han respaldado esta solución porque no les conviene una democracia en Siria. Mientras la guerra continúe Assad dependerá de ellos y de la teocracia iraní.
Como era lógico esperar la dictadura castrista apoya el régimen sirio. Raúl Castro cacarea hipócritamente su aversión contra las armas químicas de la misma forma que denuncia el terrorismo pero practica el contrabando de armamento prohibido por la ONU con la dictadura terrorista de Corea del Norte. Cuba Independiente y Democrática (el CID) rechaza el apoyo del castrismo a la tiranía en Siria. Condena el uso de armas de destrucción masiva y considera que Assad debe ser acusado por genocidio en los tribunales internacionales.
La solución exige un compromiso real de la comunidad internacional. La solidaridad democrática es el arma que más temen los enemigos de la libertad y la salida del poder de Assad es una condición ineludible para alcanzar la paz. El mundo democrático no puede ser espectador de una tragedia humana cuyas consecuencias no quedarán limitadas a sus fronteras. En Siria o se apoya a las fuerzas democráticas o triunfará el terrorismo de Al-Qaeda.
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