Libertad de expresión: La dignidad humana

Por |2015-10-24T14:01:00-06:0024 octubre, 2015|Varios|Sin comentarios
La libertad individual, y sobre todo la libertad de expresión, atenta contra cualquier grupo de poder que busca ejercer la autoridad absoluta sobre la sociedad que pretende gobernar.
Cuando la sociedad civil independiente levanta su voz para reclamar sus derechos  y denunciar las arbitrariedades que cometen los gobiernos totalitarios, o aquellos otros cuya estrategia consiste en servirse de los recursos de la democracia para luego someter a servidumbre todas las libertades y destruir los mecanismos democráticos que limitan sus posibilidades de perpetuarse en el poder, son acusados de enemigos de la patria, mercenarios y pro imperialistas.
La izquierda marxista, extremista inveterada, esencialmente clasista  -si consideramos sus políticas de latifundio, y sus métodos basados en el terror de masas y otras variantes represivas (que aun cuando fuera Lenin su mayor exponente, tienen sus antecedentes históricos en la ideología racista de Marx y Engels) encaminadas a someter y limitar las libertades individuales y los derechos fundamentales del ser humano-, toda vez que  alcanza el poder, considera un insulto intolerable todo reclamo ciudadano basado en el ejercicio pleno de la libre expresión.
En algunos países latinoamericanos, como Venezuela, donde todavía la aventura socialista flirtea con la democracia (aunque para ello tenga que apoyar su campaña electoral sobre las bayonetas y el terror pandillero), el ataque contra los medios informativos independientes es encarnizado; y así, estaciones de radio y televisión -como algunos órganos de prensa-, son intervenidos por fuerzas militares del gobierno, acusados de “mentir” y “atacar los intereses del pueblo”.
Para el comunismo, la mentira es la única verdad legítima que puede garantizar su existencia, y a través del socialismo -que es la promesa renovable que no va a cumplirse nunca- le otorga carta de ciudadanía a un fraude que acaba convenciendo al ciudadano de la necesidad de aceptar una realidad que no puede cambiar, porque en ese principio radica el poder del totalitarismo: Instalar en la mente del gobernado    la conciencia de un fatalismo que sólo puede resolverse sobre la base de dos alternativas: El sistema o la muerte.
Y la única posibilidad de realizar este sueño esclavista, es privando al ser humano de su derecho a expresarse, porque en ese ejercicio de auténtica y legítima soberanía está el único poder capaz de transformar los pueblos en sociedades desarrolladas. 

Por Ernesto Aquino
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