La sociedad cubana parece vivir en un éxtasis; arrebatada de la realidad por el entretenimiento, una compleja red de constructos que la “protegen” de los compromisos peligrosos y de las responsabilidades adultas.
Es dudoso que haya personas en Cuba que puedan escapar al embrujo de los audiovisuales que ofrece el “paquete semanal” con su oferta de telenovelas, seriales, filmes, documentales y variados programas de competencia, con su correspondiente cuota de propaganda nacional y extranjera. Es el refugio y el escape por excelencia. La perfecta máquina del tiempo y el espacio que les permite a los cubanos realizar sus fantasías de cautivo, utilizando los recursos de la cotidianidad ajena y la enajenación social de otras culturas, si tenemos en cuenta la popularidad de las series con la temática del narcotráfico.
El cubano tiene sed de venganza y heroísmo. Le sobran los deseos de luchar, pero le falta el valor para comprometerse y enfrentar las consecuencias. Le sobran el criterio y la opinión, pero reniegan del valor de las acciones. Para el cubano, el héroe sigue siendo el personaje que no puede morir; el invencible protector que sólo puede ser derrotado de forma intermitente en la primera temporada.
Una generación de gente anestesiada y sobreprotegida por el infantilismo de esa creencia intemporal de que siempre habrá alguien que cuide de nosotros. Y a ambos extremos de la sociedad perdida, los que luchan por mantenerse en el poder y los que buscan crear un poder nuevo, dos adversarios que siguen ignorando las necesidades de la mayoría, porque en la tarea de darle sentido al bienestar común no están participando los beneficiarios.
Por Ernesto Aquino.
Artículo de La Nueva República
No se puede tapar el sol con un dedo, pero si te tapas los dos ojos con tus dedos el resultado será igual. No se puede esconder la verdad con una mentira, pero si callas la verdad el resultado será igual. No se puede ser libre en tus negocios estando preso en tus ideas.