Venezuela, f. No hay vuelta atrás. El inminente quiebre de la tiranía ya no es solo una certeza para los venezolanos, es también una determinación de los gobiernos democráticos de Occidente que han entendido la gravedad de las consecuencias que la permanencia de Maduro en el poder tendría para sus países.
La inevitabilidad de este desenlace también lo han asumido otros actores mundiales en los mercados, el sector militar, comunicacional, cultural y social. Sin embargo, nadie subestima las fuerzas criminales que aún sostienen a Nicolás Maduro, porque finalmente ha quedado claro que no enfrentamos una dictadura convencional, sino la convergencia de los grupos criminales más oscuros y crueles del mundo. Estos también saben el costo que para ellos significa perder el control de Venezuela.
Por una parte, el régimen cubano está consciente de que la derrota en Venezuela representa el fin de 60 años de “revolución”. Para la guerrilla colombiana, cobijada durante años en nuestro territorio, se termina la aspiración a regresar a ocupar Colombia. Los carteles del narcotráfico, las redes de contrabando de armas, minerales y los grupos terroristas que se han financiado con recursos ilícitos producidos en Venezuela, entienden que se inicia el desmontaje de este “hub” internacional del crimen organizado que se instaló en el hemisferio Occidental.
Otro gran perdedor es el Foro de Sao Paulo, y sus diversos y numerosos grupos que durante años saquearon a Venezuela y con ello financiaron proyectos ideológicamente afines en Latinoamérica y Europa.
Todos estos actores saben lo que implica el fin del régimen de Maduro. De allí la ferocidad con la que actúan y la urgencia con la que han buscado mecanismos financieros, comunicacionales, tecnológicos y militares para intentar evadir las firmes acciones que la inédita coalición mundial, encabezada por el Grupo de Lima, la Organización de Estados Americanos, los Estados Unidos y la Unión Europea, han emprendido para apoyar la transición democrática en Venezuela.
Esta coalición, que ha logrado el apoyo de más de 50 países del mundo actúa no solo para revertir la catástrofe humanitaria que Maduro ha provocado intencionalmente en Venezuela, sino también por poderosas razones de orden geopolítico y de seguridad nacional.
Cuando en su reunión del 4 de enero, el Grupo de Lima colocó el ultimátum del 10 de enero a Maduro, la escalada definitiva se inició. El reconocimiento internacional a Juan Guaidó como legítimo Presidente, las sanciones petroleras y, finalmente, el discurso del presidente Trump del 18 de enero, en Miami, demostraron que el punto de no retorno había sido más que superado.
Simultáneamente, los mercados reaccionan con igual claridad y contundencia. Muchas empresas proveedoras de servicios y transporte petrolero como Lukoil y Trafigura no esperaron a que se cumpliera el plazo formal (del 28 de abril) para clausurar sus relaciones con el régimen de Maduro.
Esta es una señal inequívoca que los mercados dan por descontada la salida del régimen.
Las fuerzas externas son muy poderosas, pero el elemento principal que hace la transición irreversible es lo que ocurre en territorio venezolano, tanto en nuestras instituciones, como en las calles.
La Fuerza Armada Nacional ha sido infiltrada por agentes cubanos con espionaje de última tecnología, porque el régimen sabe que la fractura interna en su seno es profunda y desconfía desde soldados hasta generales. Es por eso que, si alguien sabe que esto no tiene vuelta atrás, es la familia del militar venezolano. Esa que lo recibe cada día exigiéndole que cumpla su deber.
Y al final, la fuerza más poderosa e indetenible es la ciudadana. La gente harta de corrupción, mentira, cinismo y socialismo. No hay vuelta atrás es el grito en cada hogar, el que nos ha unido a los venezolanos como nunca antes; a los gochos, llaneros, orientales e indígenas. En Santa Elena de Uairén y en San Antonio del Táchirá hay una sola aspiración y determinación. Y este grito significa mucho más que el desalojo inmediato de Maduro de Miraflores; se trata de la ruptura definitiva con un sistema de complicidades y privilegios, de dependencia intencional, de humillación y miseria.
No hay vuelta atrás es la expresión consciente, profunda, serena y emocionada de cada uno de nosotros, viendo el futuro brillante de una Venezuela soberana, digna, productiva y libre.
No hay vuelta atrás, vamos con todo, Venezuela.
Publicado por La Patilla
Reproducido por La Nueva República
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