Ricardo Alarcón ha muerto, morirán todos y todos serán olvidados. Solo nos acordaremos de los crímenes y atropellos que cometieron y de la destrucción que dejaron. Los únicos hombres y mujeres que viven para siempre son los que honran a nuestra patria y a nuestro pueblo.
La de Alarcón ha sido una muerte extraña como otras de personajes de la tiranía. No se ha dado la causa de su fallecimiento y este primero de mayo Raúl Castro ni lo mencionó en su discurso. ¿Se habrá suicidado en este día para protestar? No sería el primero. Apartado de sus cargos públicos por alguna razón misteriosa, Alarcón terminó en el olvido. Los Castro son gente de rencores y cuando no pueden liquidar a alguien lo desaparecen del público.
Ante su muerte las agencias de noticias internacionales lo llaman diplomático y político de la revolución cubana. ¿De cuál revolución? ¿Por qué siguen usando ese nombre? ¿Por qué contribuyen a un mito del pasado?
En Cuba ya no hay revolución cubana, la hubo hace más de sesenta años antes de transformarse en un régimen despótico y contrarrevolucionario. Las dictaduras no tienen diplomáticos ni políticos, las dictaduras tienen esbirros que se encargan de manipular, mentir y reprimir.
El legado de Alarcon y de todos ellos es pobreza, sufrimiento y destrucción.
Por Laura Labrada Pollán, líder de las Damas de Blanco activistas del CID y miembro del Comité Ejecutivo Nacional del CID.
La Nueva República
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