La sociedad cubana ha sido calificada de cobarde por su persistencia en mantenerse estancada en su condición de pobreza, como si se tratara de una característica idiosincrática. Aún al interior de la propia sociedad, muchos son los que aceptan su debilidad y su miedo ante el poder político autocalificándose de “carneros”, coincidiendo con el criterio de grupos foráneos que parece que no encuentran nada mejor que hacer que agredir insistentemente la integridad moral del pueblo cubano.
Muchas letras, podría dedicar a desentrañar los vericuetos del concepto de cobardía; pero, no es mi propósito adentrarme en el intricado mundo del juego de máscaras, como tampoco es mi intención minimizar la responsabilidad del cubano en el fracaso de su proyecto de desarrollo personal.
Pero, sobrevivir a 60 años de ideología narcisista, cobijándonos bajo promesas de salvación que no se cumplen, puede cambiar la perspectiva de las prioridades. Y conservar la vida no es, precisamente, el problema. El problema es “¿cómo?”.
De ahí que durante seis décadas el cubano haya desarrollado la habilidad de construir identidades de rescate, una especie de negociador entre el Yo real y un Yo operativo que pueda asumir la responsabilidad por los acuerdos que la identidad sustituta haga con la realidad inevitable.
Para el cubano la cuestión nunca ha sido la salvación, sino la conservación. Mantenerse a salvo es sólo el principio, la complejidad extrema radica en conservar la calidad de sus potencialidades para que la vida tenga sentido más allá de la simple existencia.
El mayor peligro que enfrentan los cubanos cada día es la posibilidad de perder la esencia de su ser real, pero ese peligro es una amenaza para la especie humana en cualquier rincón del planeta. Por eso es inaceptable la cobardía por definición, cuando en la lucha por la supervivencia no sólo está en juego la vida, sino la razón que le da sentido.
Por Ernesto Aquino
Artículo de La Nueva República
Una vez más Ernesto nos abre una ventana para reflexionar sobre el futuro de Cuba: reencontrar nuestra esencia como cubanos, amantes de la libertad y dispuestos al sacrificio ultimo por alcanzarla. Hemos perdido ayer el ejemplo de un cubano que nunca perdió su esencia de cubano y que durante años demostró con su ejemplo y su palabra cual era el camino que seguir para encontrarnos con nosotros mismos.
Ricardo Bofill, profesor de filosofía en la Universidad de La Habana y fundador- precursor del Movimiento por los derechos humanos, gran amigo y compañero de lucha del Comandante Huber Matos , murió en Miami este 12 de julio. Hombre humilde, como todos los grandes de este mundo, dejo su huella en ese camino al cual nos invita Ernesto: encontrar nuestra esencia que es la única razón de nuestra existencia. Gracias Ernesto, gracias, Ricardo: “! la lucha continua!