Crean o no, los hombres deben de saber que Dios existe. La nada, nada produce. Hay pues un creador, constructor o arquitecto, como lo prefieran llamar, pero está ahí, está aquí y en todas partes. Los que le hemos conocido, lo hemos palpado, lo hemos sentido y hemos vivido la maravillosa experiencia de ver el cambio, el vuelco que hubo en nuestras vidas, decimos, junto con el apóstol San Pablo: «Me es impuesta necesidad de predicar este evangelio, del Cristo que se hizo carne, sufrió muerte de cruz, y resucitó y reina a la diestra del Padre en espera de su regreso».
Dicho así parece fantasía, sugestión, pero es real.
El peor enemigo del cristianismo, no son las herejías, los mercaderes de almas, las ideologías diabólicas, sean nazi-fascismo, o el comunismo, el oscurantismo y todo aquello que daña la vida humana o de la creación, el peor enemigo del cristianismo es la indiferencia.
La indiferencia, es aquello que ocurre cuando los hombres que deben, que tienen la obligación de enfrentar toda injusticia, todo lo malo, miran hacia otro lado, se desentienden por egoísmo, por cobardía y le dejan el camino expedito a los farsantes, a los pillos, a los tiranos que, con artilugios, engañan a los pueblos, los entretienen con vanas promesas, los someten con el terror y el uso de la fuerza, se roban la historia y el patriotismo y obligan a las masas a que sean incondicionales y comprometidas, fórmula nefasta para someterlas a la esclavitud. Y a esos pueblos, a los que han hecho pedazos, les han desgraciado la vida, les destruyeron los valores, les robaron la esperanza, la mayoría aún en la más espantosa miseria, aplauden hasta sangrar las manos, gritan hasta la ronquera y el desmayo, los enferman por el hambre y la miseria y le ponen entonces la medicina, en vez de los alimentos y los matan y les costean el sepelio. Esos pueblos necesitan de esos hombres valientes, a los cuales el Cristo cuya primera venida festejamos en esta Navidad, nos convoca a la par del mensaje de la salvación, a luchar por la justicia y los derechos humanos que no son más que los derechos divinos.
Uno de esos pueblos, es el nuestro -somos el pueblo cubano-. Es por ello que, los que seguimos a Cristo, decidimos militar en las filas de la oposición porque hemos comprobado que sus objetivos son los que traerán una patria libre, próspera, inclusiva, democrática y respetuosa de los valores cristianos.
No habrá cabida para un farisaico Consejo de Iglesias de Cuba, nido de víboras, instrumentos del régimen que predican un Cristo revolucionario, que nada tiene que ver con el Cristo redentor, justiciero y que no hace acepción de personas .
Al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo le damos las gracias por hombres como el comandante Huber Matos, que vive hoy más que nunca, que no miró hacia un lado sino miró de frente, hacia delante y asumió con varonil conducta el presente y el futuro del pueblo, por el que estuvo a punto tantas veces, de arriesgar su valiosa existencia por liberarlo de la pasada dictadura.
A todos ustedes, hermanos miembros del Partido Cuba Independiente y Democrática (CID), que con nuestra lucha diaria queremos cumplir el sueño de libertad y democracia que el Comandante Huber quiso ver hecho realidad, a todos ustedes, sin distinción de investidura, llegue la bendición del Dios Padre y su hijo Jesucristo, el redentor, en este día especial y aunque el dolor por el que estoy pasando, al ver a mi amada madre consumirse me opaca la alegria, se las deseo a ustedes, esa alegría y una Feliz Navidad. Que viva Cristo
Pastor José Miguel Ramírez Pérez, delegado del CID en la ciudad de Las Tunas, presidente del movimiento Cristiano Pastores por la verdad, Las Tunas, Cuba.
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