Por Ernesto Aquino.
La burocracia es un defecto de carácter de las sociedades organizadas, porque los puentes que pretende construir para establecer el orden terminan convertidos en muros infranqueables contra los que se rompen hasta las soluciones más simples.
Lo importante no será la capacidad para resolver problemas, sino para no crearlos. Los avances científico-técnicos causados por el desarrollo se han creado para simplificar los procesos que necesita una solución, no para convertir las soluciones en procesos laberínticos e interminables.
Pero no todo parece resultar negativo en la burocracia, sobre todo en países como Cuba, donde el caos económico es tierra fecunda para la especulación y los negocios alternativos.
Para los cubanos que necesitan realizar un trámite el proceso puede resultar costoso, tanto en el orden económico como sicológico. En cambio, para los funcionarios que forman parte de la cadena dentro del proceso hacia la solución final los beneficios pueden ser significativos.
Para el burócrata cubano siempre existe una posibilidad de recompensar la monotonía de su rutina laboral. Tanto si usted lo motiva con un soborno, como si se niega a hacerlo, en cuyo caso el funcionario lo castiga demorándole el trámite hasta lo insoportable, permitiéndose de este modo algunos momentos de retorcido placer.
En el universo macabro del burocratismo cubano no hay funcionarios pequeños. Un empleado(a), de aspecto insignificante, y olvidado del mundo, en un caserón viejo y deteriorado, detrás de un buró mugriento y remendado puede ser la diferencia entre el infierno y la gloria.
Deja tu comentario