Llegamos con el padre de mi esposa, Fernando Lora Crespo, nuestro querido “Chichi”, al Hospital Provincial Saturnino Lora de Santiago de Cuba a las 2:03 pm. Las radiografías y el ultrasonido indicaban que tenía cuatro costillas rotas y un pulmón dañado. El doctor dijo que aunque no era un asunto de gravedad Fernando debía ser operado de urgencia. Esto nos alivió y nos dio esperanza. Empezó la espera en la sala de curación. A las 4:30 pm mi esposa habló con los médicos y les reclamó que hasta que tiempo su padre estaría encima de una mesa acerada y fría, pasando trabajo para respirar y con cuatro costillas rotas, un pulmón, dañado y sin condiciones de ningún tipo. Estábamos atónitos, yo he tenido oportunidad de visitar hospitales en países como Ecuador, Perú, Colombia, Estados Unidos y República Dominicana y no daba crédito a lo que estábamos viviendo en esos momentos en Cuba, la «potencia médica». No imaginábamos la tragedia que nos esperaba en ese hospital.
Hasta las cinco de la tarde estuvo mi suegro en esa sala de curación, quejándose de los dolores y desesperado. Fue un gran alivio, cuando vino un «camillero» y lo trasladó al salón de cirugía. Realmente no sabemos que sucedió allí dentro, pero recibimos la gran noticia de que la operación fue todo un éxito, y que Fernando estaría estable y mejorando. Lo que quedaba era llevarlo a la sala de recuperación y observar su evolución recuperativa, según nos dijo el médico que estaba a cargo. Las sorpresas continuaron chocando con nuestras perspectivas de la «salud médica en Cuba» Llegamos a la sala de recuperación que se encontraba en condiciones infrahumanas, la cama estaba rota y para que el paciente quedara con la cabeza un poco más alta le pusieron una silla rota, las sabanas daban pena. Después de protestar enérgicamente, cambiaron la cama por otra menos destartalada. Decidí quedarme con mi esposa para cuidar de su padre.
Fernando se lamentaba constantemente del dolor, a la una de la madrugada el dolor era tan fuerte que solicitamos la asistencia de la enfermera y simplemente ella respondió, que hasta las siete de la mañana no le corresponde la próxima vacuna, de dipirona, y no sé qué otro cuento. Mi esposa trataba de tranquilizar a su padre pero nuestra desesperación llego al máximo a las 3:20 de la madrugada cuando solicitamos la asistencia de un médico. El médico llegó, movilizó a otros especialistas que estaban en ese momento en el hospital pero 13 minutos después nuestro “Chichi”, sin que se supiera la razón, terminó su lucha contra el dolor y pasó a la eternidad.
A las siete de la mañana le hicieron la «necropsia». Luego mi esposa y una sobrina lo vistieron y esperaron cuatro horas a que llegara la caja para depositar sus restos, caja donde no cabía y tuvimos que esperar que llegara otra. No había transporte para llevarlo y la funeraria tenía que primero enterrar a otros fallecidos. El sepelio, sería para las 7.30 am pero el carro para llevar el cadáver al cementerio, llegó 8.00 am. Ahora ya su padre y mi suegro quedó sepultado ahí.
Solo me queda decirles que creémonos enérgicamente que Fernando Lora Crespo, murió por negligencia del cuerpo médico. Con amor y destrozado les escribe, Pastor: Jorge Luis Pérez Vázquez, Maceo #41 El Cristo, Santiago de Cuba.
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