Hong Kong (Puerto Perfumado) se convirtió en territorio colonial inglés en 1841 como resultado de la Primer Guerra del Opio entre Inglaterra y la dinastía Qing de China. Inglaterra eventualmente transformó a Hong Kong en el centro financiero de Asia y una de las ciudades más modernas del mundo.
En 1997, 155 años después, los 1104 kilómetros cuadrados de Hong Kong fueron devueltos a China en razón de un convenio entre los dos países negociado en 1984. En el acuerdo el gobierno comunista de China se comprometió a dar el derecho al voto a los ciudadanos de ese territorio en 2017 para que pudieran escoger democráticamente su máxima autoridad política: el Jefe Ejecutivo.
En el 2007 el gobierno Chino ratificó su promesa de permitir el “sufragio universal” como lo llaman los ciudadanos de Hong Kong, pero en el pasado mes de julio el gobierno chino comenzó a dar las señas de que no cumpliría su promesa. Esto provocó protestas públicas en Hong Kong. En agosto pasado el gobierno chino anunció que se tomaba el derecho de aprobar a los candidatos a la elección. Con esta cínica maniobra renegaba el compromiso de elecciones libres.
El pasado miércoles 24 de septiembre estudiantes protestaron pacíficamente en las calles y el domingo activistas y simpatizantes de un grupo conocido como Ocupen el Centro -el distrito central y financiero de la ciudad- fueron atacados por la policía con spray de pimienta y gases lacrimógenos, este ataque polarizó la simpatía de la población a favor de los manifestantes. Mientras tanto el impopular C.Y. Leung, Jefe Ejecutivo de Hong Kong y el gobierno Chino han ordenado un fin a las demostraciones, además de apoyar las acciones de la policía. Las protestas han continuado creciendo en apoyo a las demandas de los estudiantes que exigen un diálogo y la renuncia de Leung.
El gobierno chino ha desatado una guerra cibernética tratando de sabotear las importantes comunicaciones por celulares de los manifestantes y forzando una férrea censura para que los chinos no se enteren de lo que sucede en Hong Kong. Por lo menos dos docenas de activistas han sido detenidos en diferentes partes de China, especialmente aquellos que han publicado por Internet su apoyo a los manifestantes o quienes se han cortado el pelo como símbolo de respaldo.
El régimen comunista chino teme un futuro contagio de las protestas a otras partes del país. Por el momento parece que la estrategia de la dictadura comunista consiste en desgastar a los estudiantes y a sus simpatizantes sin lanzarles la policía. En su lugar están atacándolos individuos no uniformados que sin dudas obedecen un plan de Beijing.
El Secretario General de Partido Comunista de China, Xi Jinping, podría sacrificar al Jefe Ejecutivo de Hong Kong, C.Y. Leung, como una maniobra para apaciguar los ánimos, o también podría endurecer aun más su política si los estudiantes no ceden o si toman alguna oficina de gobierno. Cualquier cosa se puede esperar de Xi Jinping porque ninguna nación democrática va a arriesgar sus relaciones con China apoyando a los manifestantes.
La mayoría de los ciudadanos de Hong Kong temen perder sus libertades y terminar viviendo bajo el tiránico control que ejerce el Partido Comunista desde Beijín a las demás partes de China. Esta confrontación ha evocado la masacre de la Plaza de Tianamen en 1989 en que el ejército rojo asesinó a 2600 estudiantes que pedían la democratización de China. Los magnates capitalistas de Hong Kong apoyan la dictadura comunista porque esta les garantiza sus fabulosos ingresos. El mundo entero está a la expectativa de lo que sucederá, pero nada más que a la expectativa.
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