Mucho antes de que los Estados Unidos decretaran la prohibición a las empresas norteamericanas de negociar con el régimen de Fidel Castro ya Castro había pasado una serie de leyes confiscatorias que llevaban a Cuba a la ruina por lo que el planteamiento de que Cuba está como está por culpa de los Estados Unidos es un resultado de la propaganda. Antonio Gómez Sotolongo en su blog el El Tren de Yaguaramas 2a Época con su artículo POR SI ME VUELVEN A HABLAR DEL EMBARGO… DIZQUE BLOQUEO describe con maestría este proceso que ha llevado a muchos desconocedores del tema a la conclusión de: ¡¡¡Pues que le quiten el bloqueo, qué carajo!!! La verdad es que “El aislamiento que le infligió Fidel Castro a la economía y la sociedad cubana al promulgar aquella cascada de leyes que según sus dichos tenían como objetivo la verdadera libertad e independencia de Cuba, no consiguieron más que la ruina de la economía, y, sobre esas ruinas, la consolidación de su poder vitalicio y del que pretenden disfrutar sus herederos al trono. Las constantes denuncias contra el embargo no hacen más que subrayar la incapacidad que ha tenido el sistema autoproclamado socialista, para crear una economía y una sociedad autosuficiente. Castro creó un reino absolutamente dependiente de las dádivas de quienes por intereses geopolíticos estuvieran interesados en invertir en él, y no en la sociedad cubana, así que nunca más me van a confundir. Mientras no sea autosuficiente para producir las riquezas que demanda el mercado, mientras no tome chocolate y pague lo que debe, ¡¡¡el embargo está bien puesto, qué carajo!!!”
POR SI ME VUELVEN A HABLAR DEL EMBARGO… DIZQUE BLOQUEO
Cada denuncia contra el embargo es una prueba de la ineficacia del sistema, una prueba de incapacidad para ser autosuficientes como lo fueron los reinos en la Edad Media.
Sería demasiada ingenuidad creer que a estas alturas el régimen que se hospeda a la sombra de la raspadura, en La Habana, tenga capacidad de pago para saldar las deudas millonarias que mantiene con los miles de inversionistas que expropió en Cuba a partir de 1959. Pero esto a veces se pierde de vista cuando del embargo se trata, porque el régimen castrista, con su filosofía de la «guerra a largo plazo» es capaz de sustentar una narrativa eficaz por su constancia y cumple a veces el objetivo de engañar, pero sobre todo de confundir y sacar de sus casillas al más pinto, de quemarle los fusibles al más flemático y de hacer que en el fuego cruzado alguien termine diciendo: ¡¡¡Pues que le quiten el bloqueo, qué carajo!!!
Eso es lo más fácil, lo difícil es desempolvar documentos y descubrir las causas por las cuales John F. Kennedy (JFK) no tuvo alternativa -porque la verdad sea dicha, la narrativa de los liberales es pura porquería, los capitalistas empeñados en producir se les va el santo al cielo y los comunistas los hacen pasar sobre carbones hirviendo, les orinan en la boca, les azotan las nalgas y ellos tan campantes-, pues como iba diciendo, JFK, con la intención de llamar a la cordura a un irresponsable -quien terminó por hundir a su país y puso al mundo al borde de la conflagración atómica-, emitió la Proclamation 3447, de 3 de febrero de 1962, en la que basado en la incompatibilidad de las acciones de Castro con los principios del sistema interamericano y sus públicas y peligrosas zalamerías con el comunismo soviético, prohibió el comercio entre Cuba y los Estados Unidos.
Pero esta fue la consecuencia de una cascada de leyes revolucionarias que comenzó, mucho antes del embargo. Entre otras, la primera Ley de Reforma Agraria promulgada el 17 de mayo de 1959, La Ley Fundamental de 7 de febrero de 1959, un documento que refrendó olvidándose de su promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución del 40 y que, sustituyendo a aquella, utilizó para promulgar todas las demás leyes hasta 1976.
Mucho antes de la “Proclamation” 3447 de 1962, en la que el Presidente de los Estados Unidos decretó el embargo comercial contra el régimen de Castro, ya Castro había puesto en vigor una cascada de leyes que demolieron la propiedad privada en Cuba -la que terminó por ser abolida-, y con ellas resultaron arruinados cientos de inversionistas extranjeros y miles de cubanos. La Ley No. 851, de 6 de julio de 1960, la que, haciendo uso de su potestad tribunicia leyó con tanta furia desde las tribunas, a la sombra del Alma Mater, en la escalinata de la Universidad de La Habana, que perdió la voz; y las Leyes 890 y 891 de 13 de octubre de 1960.
Todas estas leyes fueron promulgadas, puestas en vigor y ejecutadas al pie de la letra mucho antes de que JFK decretara el embargo al régimen de Fidel Castro (FC). Y fueron todas las acciones provocadas por estas leyes las que cortaron toda posibilidad de mantener la estabilidad en la economía cubana, provocaron que los niveles de producción se desplomaron en una caída libre que dura por seis décadas.
El régimen de FC se apoderó de todos los bienes de los inversionistas que durante 50 años y de manera legal habían mantenido sus industrias en Cuba, produciendo los bienes y servicios que demandaba el mercado y que habían llevado el país de la hambruna y devastación total que sufrió la isla en los albores del siglo XX a los altos estándares de vida que exhibía el país en 1958. Fidel Castro despojó de sus industrias a quienes con su laboriosidad habían construido un país civilizado en menos de medio siglo. Y no solo se apoderó de ellas sino que las devastó. Todas esas empresas que habían sido ricas y productivas durante décadas, en «manos del pueblo» fueron arruinadas, pero peor aún, Él fue incapaz de cumplir con la promesa de indemnizar a sus dueños, así que resulta absurdo pensar que estos inversionistas, quienes fueron despojados de sus patrimonios, cooperarían algún día con el verdugo.
Esta absurda manera de interpretar la soberanía económica hubiera tenido alguna posibilidad de triunfo si el dictador hubiera sido capaz, como en los reinos de la Edad Media, de crear una economía interna autosuficiente, una economía absolutamente independiente de los inversionistas extranjeros, pero eso no fue así, fue incapaz de poner a producir los medios de producción que arrebató a los capitalistas nacionales y extranjeros, fue incapaz de mantener las capacidades productivas de una nación que en 1958, a pesar de los desórdenes ocasionados por la insurrección armada comandada por él, exhibía los índices de desarrollo y calidad de vida más altos del continente.
Las constantes denuncias contra el embargo no hacen más que subrayar la incapacidad que ha tenido el sistema autoproclamado socialista, para crear una economía y una sociedad autosuficiente. Cada denuncia contra el embargo es una prueba de la ineficacia del sistema, una prueba de incapacidad para ser autosuficientes como lo fueron los reinos en la Edad Media.
El aislamiento que le infligió Fidel Castro a la economía y la sociedad cubana al promulgar aquella cascada de leyes que según sus dichos tenían como objetivo la verdadera libertad e independencia de Cuba, no consiguieron más que la ruina de la economía, y, sobre esas ruinas, la consolidación de su poder vitalicio y del que pretenden disfrutar sus herederos al trono.
Castro creó un reino absolutamente dependiente de las dádivas de quienes por intereses geopolíticos estuvieran interesados en invertir en él, y no en la sociedad cubana, así que nunca más me van a confundir. Mientras no sea autosuficiente para producir las riquezas que demanda el mercado, mientras no tome chocolate y pague lo que debe, ¡¡¡el embargo está bien puesto, qué carajo!!!
Reproducido por La Nueva República
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