Pese a planes, promesas y propaganda, el cangrejo no camina hacia adelante
¿Recuerdan a finales de marzo y comienzos de abril todo lo que se habló sobre la nueva ley de inversión extranjera?
La prensa se inundó de comentarios. Corresponsales extranjeros en La Habana citaban a veteranos oficiales del servicio de inteligencia cubano, presentándolos como “académicos y exdiplomáticos”, asegurando que esta vez sí se iban a desarrollar las inversiones, que ahora sí se iba a construir el socialismo.
En la siempre unánime Asamblea Nacional del Poder Popular los jefazos dijeron y repitieron que la economía cubana debería crecer anualmente entre 5 y 7 % para alcanzar niveles de desarrollo aceptables, y que para ello se requerirían inversiones por $2.500 millones cada año.
Se trataba de desarrollo, crecimiento del PIB, cifras de producción y consumo, no de índices de desarrollo de la bobería para entretener a quienes no saben economía. Campos de golf y marinas de lujo no alimentan a la población, ni autorizar trabajo por cuenta propia a peladores de frutas y paseadores de perros dinamizan nada. Se siguen necesitando casi dos mil millones de dólares anuales para importar alimentos, muchos de los cuales podrían producirse en Cuba. Y crecimiento al 5-7 % anual es casi imposible: este año, en el mejor de los casos, el PIB crecería al 1,4 %.
El tema no es de cantar triunfos en el noticiero de televisión, la prensa dócil o los discursos oficiales, sino de realidades concretas para los cubanos de a pie: desayuno, almuerzo y comida; vestuario y calzado; viviendas decorosas; transporte público eficiente y seguro; esparcimiento para todos, no para hijos de papá, compinches, concubinas, y privilegiados; educación con contenido y calidad de los profesores; salud pública para todos los cubanos, no para enviar médicos al extranjero e ingresar moneda fuerte en las arcas del régimen a costa de los trabajadores de la salud.
¿Dónde están aquellas inversiones que pronosticaron? Algunos dirán que es muy pronto, aunque ya han pasado siete meses de la aprobación de la ley y la propaganda del régimen no descansa. ¿Acaso podrían estar en el megapuerto de El Mariel? Desde que el primer buque descargó allí, el mismo día de su inauguración, contenedores de pollos congelados provenientes de Estados Unidos, dificultando a los apologistas de la dictadura hablar del “bloqueo” y que les crean, no ha habido demasiadas noticias sobre aquellas instalaciones.
Ni siquiera una incoherente reflexión del Comandante, que opina de lo que no sabe ni sabrá nunca, aunque la prensa oficialista —que algunos aseguran que está cambiando— reproduce todo lo que diga o escriba como si fuera una revelación divina o un amanecer desde las profundidades esotéricas.
No se informa sobre inversiones en Mariel por una sencilla razón: no hay actividad inversionista allí, más allá de alguna que otra construcción por la parte cubana, solicitudes de información por parte de extranjeros, y declaraciones de representantes del régimen asegurando que abundan los interesados en hacer negocios en el paraíso cubano, donde para un inversionista extranjero es más fácil conseguir quince años de cárcel o una orden de búsqueda y captura en contra suya que vender merengues en la puerta de un colegio, porque como en Cuba los salarios no alcanzan para vivir honradamente, los niños no tienen dinero para comprar merengues en la puerta de su escuela.
Sin embargo, esos avances acelerados de cangrejo perfeccionado se presentan como inicio de una etapa de actualización de mucha mayor complejidad, que podría definirse, recordando a Vladimir Ilich, como “el inmovilismo, fase superior del estancamiento”.
Entonces, como no se mueven las cosas, hay que mover a “los cuadros”: Marino Murillo, como si no fuera bastante con lo que tiene y no puede como vicepresidente del Consejo de Ministros y jefe de una Comisión sobre Lineamientos de nombre más largo que la cola para solicitar visas en la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana, se echa encima también el Ministerio de Economía y Planificación (MEP), y el hasta entonces ministro del MEP es ascendido hacia abajo como viceministro primero.
¿Para qué harían falta dos miembros del Buró Político del Partido actuando como ministro y viceministro primero en el Ministerio de Economía y Planificación? Podría haber al menos dos explicaciones: que ahora sí se va a planificar en serio y por lo tanto la economía se levantará, que es lo que se dice siempre en estos casos; o que no alcanza con un solo “cuadro” para hacer efectivo y eficiente al elefante blanco del MEP, institución heredera de la jurásica Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), que nunca logró poner orden en el país por sobre las veleidades y disparates de Fidel Castro.
Sin embargo, ni aunque los 15 miembros del Buró Político fueran a dirigir el MEP mejoraría la economía cubana ni se verían los resultados, si no se modifican radicalmente las actuales políticas absurdas, erradas, mediocres y timoratas con las que se pretende “actualizar” un modelo que ni siquiera existe ni nadie ha logrado definir.
Es mucho más probable y realista vaticinar que ni siquiera con todo el Buró Político metido en el Ministerio de Economía y Planificación las cosas mejorarían si no cambian las políticas, o la falta de políticas, con que en la actualidad se pretende funcionar.
Todos lo sabemos. Todos menos el régimen y sus papagayos oficiales. Que jurarán, una vez más, como de costumbre, que ahora sí que las cosas van en serio y van a mejorar.
Aunque cincuenta y cinco años de fracasos demuestren exactamente lo contrario
Eugenio Yáñez, Miami | 09/10/2014 Cubaencuentro
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