Réquiem por la libertad que espera

Los hechos ocurridos recientemente en la frontera de Costa Rica con Nicaragua, donde miles de cubanos trataron de cruzar la frontera en un peregrinaje cuyo destino final es Estados Unidos, no es un fenómeno nuevo.

El pueblo cubano se ha convertido en un Israel caribeño, en una suerte de Adanes que la pobreza, la mentira y la perversidad de una ideología diabólica los expulsó del paraíso socialista. Nada los detiene. Ni la promesa de cambios en la economía, ni la despenalización de leyes absurdas, ni las reformas migratorias. Ni siquiera la payasada del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, el enemigo histórico del gobierno cubano.

Y el problema es que el socialismo cuando cambia es para que todo siga igual. La infantil creencia de que el socialismo se puede democratizar es tan ridícula como la fantasía de creer que la libertad es un partido.

Después que comenzaran las “reformas” Raulistas se han incrementado las salidas ilegales, no solo de ciudadanos comunes, sino de funcionarios gubernamentales, figuras deportivas, artistas y profesionales de todas las esferas.

Los cubanos que viven en la isla están en fase terminal; es cierto que algunos preferimos morir sobre la espada, pero ya la mentira de la resurrección de un socialismo salvador no es aceptada ni siquiera como un chiste.

Lo peor, y también lo más triste, es que la supervivencia del totalitarismo depende mucho de la migración; de favorecer el empeoramiento de las condiciones de vida y facilitar los éxodos masivos, para contener los estallidos sociales.

Por eso, aún reconociendo el derecho que cada quien tiene de encontrar su modo propio de liberarse de las cadenas, cada vez que alguien escapa del círculo de fuego del despotismo, y deja atrás la tragedia de la tierra oprimida, debe saber que disfrutar de la libertad ajena es también una forma de escapar de su compromiso con la libertad. 

Por Ernesto Aquino