Saber que el régimen cubano es un enemigo peligroso para la libertad, el desarrollo económico y la dignificación de la nación cubana no es suficiente.
Una parte (difícilmente determinable) de la sociedad cubana, víctimas de la incertidumbre y la decepción -sin distinción de edad, sexo y raza- deciden ingresar en diferentes fraternidades y grupos religiosos, con el propósito inicial de encontrar un alivio al frustrante temor de enfrentarse al sistema político que lo anula. Pero hay soluciones que no admiten alternativas y cuando tratas de evadir tu responsabilidad con paliativos mediáticos, el remedio acaba siendo peor que la enfermedad. La herencia maldita de la doble moral, que contamina y enferma el cuerpo social de los pueblos que viven sometidos al socialismo, convierte los espacios de escape, que comienzan siendo un refugio, en auténticas trincheras de guerra de un grupo contra otro.
Y por esos derroteros va una buena parte de la sociedad cubana, andando y desandando sus caminos, entre disfraces y sacrificios maliciosos. La resultante es una nueva forma de fratricidio, donde los condenados le ahorran la tarea al verdugo. La deformidad monstruosa de los valores tradicionales ha creado una variante muy particular de sicopatía, que se desarrolla y alcanza su plenitud desde una simulación de autodefensa en la que el individuo transforma su propósito de supervivencia en un coto de caza privado donde lo único que importa es la satisfacción de sus apetitos.
Hacia dónde vamos con esta modalidad de nueva tiranía en desarrollo. Es muy pronto para aventurarse en predicciones. Pero lo cierto es que equivocar el destinatario de nuestra cólera sólo conseguirá aumentar más nuestras debilidades y reducir (casi hasta cero) la posibilidad de lograr un cambio importante y real en nuestras condiciones de vida.
Saber que el régimen cubano es un enemigo peligroso para la libertad, el desarrollo económico y la dignificación de la nación cubana no es suficiente. Es imprescindible comenzar un saneamiento emergente del daño antropológico, antes que se haga más grave esta lucha depredadora de unos contra otros.
Por Ernesto Aquino, La Habana, Cuba.
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