Una "revolución" que se desintegra por su corrupción y sus contradicciones.

Quien circule por estos días por la Calzada
del Diez de Octubre, a la altura de Jesús del Monte, asistirá a un escenario
decadente, más aun con la demolición de la escuela primaria República de
México.  Este inmueble, otrora convento
católico, se halla enclavado en la intersección de las calles Calzada de Diez
de Octubre y la calle Cocos. El populoso municipio de Diez de Octubre, además
de ser el municipio más poblado de la capital, es uno de los que muestra mayor
deterioro habitacional.

  

La edificación comenzó a dar señales de su
serio deterioro con una que otra caída de arenilla desde los techos de viga y
tablazón y una que otra grieta en aumento. 
Eran indicaciones de que la estructura colapsaría en cualquier momento.
Ya desde hace meses padres y profesores se quejaban del peligro de la enorme
instalación. Por respuesta, el comentario de siempre: “Educación no tiene
presupuesto para una reparación capital, no hay personal de mantenimiento”, o
la preferida del burócrata: “somos un país bloqueado”.

Según las estadísticas oficiales este
municipio cuenta en su sistema educacional con 41 círculos infantiles, 50 centros
de enseñanza primaria, siete de enseñanza especial, 17 secundarias básicas,
cuatro institutos preuniversitario, tres institutos tecnológicos, una escuela
de oficios, dos facultades obrero campesinas y una escuela de idiomas, pero lo
que no se dice son las pésimas condiciones en que se encuentran esas
edificaciones , ni el riesgo que corren día a día los alumnos y maestros.

Diez de Octubre, constituido como tal en 1976,
al aprobarse en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba y el
establecimiento en todo el país de la nueva división política-administrativa,
plasmada jurídicamente mediante la Ley 1304 del 5 de junio de 1976.  Aunque su historia se remonta al siglo XVI
con el desarrollo de las primitivas vías de comunicación que atravesaba el
territorio con dirección norte-sur, comunicando la Villa de San Cristóbal de La
Habana con el interior, garantizando el traslado de ganado y productos
agrícolas para la subsistencia de sus moradores. El incesante tráfico de
viajeros, carretas y arrías fue creando las condiciones para el surgimiento de
cafés, fondas, herrerías y otros establecimientos necesarios para el
abastecimiento y descanso del creciente personal que se movía por los caminos
existentes en el territorio.

  

En más de medio siglo de castrismo sus
barriadas han perdido el encanto la esperanza y el empuje que le dieron sus
fundadores y las generaciones que lo enriquecieron.  Hoy muchas de sus edificaciones parecen
sacadas del escenario de algún documental sobre los bombardeos nazis de la
Segunda Guerra Mundial o de aquellas fotos de La Ciudad Abandonada De Pripyat en Chernobyl.  El edifico de la República de México es el símbolo de una «revolución» que se desintegra por su corrupción y sus contradicciones.