Díaz Canel con el dictador Raúl Castro
Cuando Miguel Díaz Canel, futuro “presidente” de Cuba y ahora vicepresidente de los Consejos de Estado, era el primer secretario del Partido Comunista en la provincia de Holguín, yo era portero en el cabaret El Jazz Club, en el centro de la ciudad. Una noche, pasadas las 8 p.m., entró Díaz Canel acompañado por tres miembros del Comité Central. Entonces llegó a la entrada del club una señora de edad avanzada con tres niños. Se me acercó y me dijo que necesitaba hablar con Díaz Canel, porque él le había prometido ayudarla y nunca lo hizo. Yo la dejé entrar porque no me gustan las injusticias y quería ver que iba a decir el primer secretario.
Desde la entrada del local escuché cuando la señora, con voz entrecortada pero fuerte, le decía: “Usted es un cínico sin alma, Dios lo tiene que castigar. Usted me prometió arreglarme mi casita que se me quemó y nunca lo hizo”. Inmediatamente a la señora la sacaron, la montaron en un carro y se la llevaron con sus tres niños. Nunca más supe de ella.
Al otro día cuando fui a trabajar me citaron para que diera explicaciones por haber dejado entrar a la señora. Yo les dije que la dejé entrar porque me parecía injusto que le prometieran ayudarla y no lo hubieran hecho. En ese momento me acusaron de contrarrevolucionario y me dijeron que si seguía con mis pensamientos políticos no podía seguir trabajando allí. Les respondí que mis pensamientos no eran de contrarrevolucionario sino de un luchador de los derechos humanos y a los cuatro días me fui del lugar.
Díaz Canel con el dictador de
Corea del Norte, Kim Jong Un
Durante su tiempo en Holguín, Díaz Canel dejó a la provincia más empobrecida. Lo que hizo fue prometer sin cumplir, dañar la economía de la provincia y llenarse los bolsillos de dinero. De su proyecto, “Imagen de Ciudad”, lo único que ha quedado son los bulevares y los parques que prometió reparar; aun no se han terminado diez años después de haberse ido. En los alrededores las casas que se estaban cayendo siguieron igual. Su «Plan Rastrillo» dejó sin trabajo a cientos de cientos de holguineros. Consistió en quitarles cualquier tipo de mercancía que trajeran los vendedores ambulantes, más conocidos como carretilleros, detenerlos y ponerles multas tan altas que eran imposibles de pagar. Los cubanos tenemos que pensar bien qué Cuba queremos.
Es nuestra responsabilidad el futuro de nuestros hijos, para que no tengan que vivir bajo una dictadura, como la que hemos sufrido por más de 50 años. Yo Pedro Pablo Celestrín Reina me hago responsable de este escrito y exhorto a todos los cubanos a que defiendan sus derechos. Una nueva Cuba libre es posible. Soy el coordinador de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Holguín.
Pedro Pablo Celestrín Reina, dirigente de la delegación del CID en Holguín.
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