Hay un tiempo para ser paciente y entregarse al sacrificio productivo de la siembra y el cuidado de los frutos que se esperan y un tiempo para educar con amor en el empeño de pacificar y crear conciencia de la importancia del entendimiento y la comprensión para conciliar los intereses que sirvan a todos.
Pero el tiempo de cosechar no puede convertirse en un compás de espera interminable, donde la incertidumbre nos quede como un oscuro patrimonio indecente que nos recuerde en todo momento la vida de fracasos que nos deja la cobardía de no tomar a tiempo el único camino que nos queda.
José Martí, no solo un apóstol por su entrega total a la lucha por la libertad de Cuba, sino por su enseñanza activa de los valores más representativos del patriotismo humanista, fue un incansable pacificador y un paradigma de sacerdocio en la práctica de la verdad, la unidad de todos los cubanos, la honradez en el servicio a las causas más nobles y el abandono de sí mismo en la búsqueda del entendimiento.
Pero llegado el momento de calzarse el coraje de la acción inevitable, se levantó como un huracán de furia patriótica y arremetió hasta el último aliento de su vida contra los enemigos de la libertad, los que desangran y destruyen a los pueblos y enfermos de odio y genocidio se ceban en sus hijos indefensos.
Llegado el momento de calzarse el coraje se fue a la guerra necesaria.
Porque el único lenguaje que entienden los demonios de la muerte y el abuso es el de la guerra. Es difícil saber cuánto tiempo tendrá que pasar y cuánta gente inocente tendrá que morir para que se despierte en los oprimidos el estallido justiciero del “mas vale morir de pie que vivir de rodillas”.
Por el Comité Ejecutivo Nacional de Cuba Independiente y Democrática (CID)
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