Los sucesos en Nicaragua son cada días más graves. Este fin de semana y el lunes 9 de julio la ofensiva de los grupos paramilitares contra la juventud opositora y desarmada ha sido ampliada y ahora incluye a las máximas autoridades religiosas de Nicaragua, incluidas al nuncio apostólico, representante del Papa en ese país. Los muertos, heridos y detenidos han sido considerables y las organizaciones de derechos humanos están confirmando el número de víctimas.
Tras los ataques por paramilitares en Jinotepe, departamento de Carazo y Diriamba, el cardenal Leopoldo Brenes, obispos junto a nuncio en Nicaragua, Waldemar Stanilaw Sommertag y la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) se dirigieron hacia este lugar con el objetivo de mediar y pedir que se frenara la violencia, represión y muerte. La recepción de las turbas sandinistas ha sido brutal. El obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez fue herido en un brazo. Las turbas han entrado en las iglesias católicas y se han llevado o destruido insumos médicos y otros artículos que las iglesias almacenaban para suministrarlos a quienes lo necesitaran.
Estos hechos se han intensificado después que Daniel Ortega públicamente el sábado 7 de julio, en un discurso virulento, rechazó adelantar las elecciones, compromiso que había hecho en forma privada con representantes de la Iglesia y que se había informado también había hecho al representante del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Todo parece indicar que Daniel Ortega ha decidido quedarse el poder a cualquier costo, incluyendo una guerra civil.
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