En estos días anteriores al 11 de julio, la represión se ha acentuado alrededor de las viviendas en la isla, en el caso nuestro, que somos un matrimonio de periodistas independientes y miembros de plataformas pro democráticas, hemos sentido el acoso con mucha intensidad.
Reflexiono en cómo vivimos los opositores al gobierno, vigilados constantemente, seguidos sus pasos, chequeados los teléfonos y las redes sociales, una paranoia que cómo decían los estoicos es mejor no preocuparse con eso y seguir.
La maquinaria represiva ha sido engrasada por años, desde aquellos primeros valientes que fueron a la cárcel y luego se declararon plantados, hasta las condenas masivas a participantes en manifestaciones espontáneas, donde se pedía comida, libertad y el lema Patria y Vida.
El 11 de julio marcó un antes y un después para el régimen comunista. Durante cinco décadas el apoyo popular a la revolución y el control sobre los grupos políticos dejó un camino libre para que la dictadura llenara al pueblo de penas y a Cuba de angustias mientras se enriquecían.
El 11 de julio Cuba salió a las calles a pedir un cambio de sistema, que a fin de cuentas es el resumen de tanta gente en la calle, sumados a conciencia o arrastrados por el entusiasmo popular, y el gobierno y sus huestes represivas tuvieron que replegarse, en cierto lugares huir del furor del pueblo, la imagen de un auto patrullero volcado y con las gomas hacia arriba y jóvenes con la bandera cubana en alto subidos sobre ellos dijeron adiós al miedo colectivo.
El gobierno se replegó pero desarrolló la astucia del lobo, ir a cazarlo uno por uno. Y así, por fotos y videos subidas a las redes sociales, y por la incautación y revisión de teléfonos de implicados, se fueron ubicando los rostros de los que más gritaron, de los que más caminaron, de los que más tiempo tuvieron en cámara.
Uno a uno fueron cayendo, gente de pueblo, profesores, mensajeros, estudiantes, amas de casas, trabajadores del sector de comercio, hojalateros, vendedores ambulantes, desempleados, que luego enfrentaron largas condenas de cárcel y casi todos continúan hoy tras las rejas.
Yo me restablecía de una enfermedad por esos días y no pude salir, aunque en Jaimanitas no pasó nada, el control policial de la zona mantiene al pueblo holgadamente controlado.
Tal vez hubiera ido a La Habana a gritar y estuviera preso. Igual para esta fecha siempre me alertan que no salga, en el último interrogatorio el año pasado para esta fecha, un teniente coronel de la Seguridad del Estado me advirtió que yo era corresponsal de ADN CUBA, el portal que desde el exilio organizó las protestas del 11 de julio de 2021.
No tuve más que echarme a reír. Le dije que si eso se hubiera organizado desde afuera ellos lo hubieran penetrado y desarticulado. Que había sido una manifestación espontánea, un grito de libertad que le salió al pueblo del alma. Y eso ellos jamás podrán matarlo.
Ahora han venido a advertirnos a nuestra casa que no podemos salir hasta después del 14 de julio… o cuando ellos decidan… tienen el poder, se les nota arrogantes, prepotentes, pero con un miedo en los ojos que el pueblo de nuevo salga a la calle a gritar, por eso es el asedio, la vigilancia, la amenaza a los opositores que sabemos que el momento final está cada vez más cerca.
Por Frank Correa
Sin dudas. La presión popular es la única fuerza capaz de derrocar al castrismo y cada día las condiciones infrahumanas en que vive el pueblo cubano hace más posible el tan anhelado cambio a la definitiva democracia como única salida digna para Cuba