El pasado martes 9 de mayo ocurrió en Cuba un hecho poco común: un paro laboral de los trabajadores del tren de Artemisa por impagos de salarios por parte de la administración. “Paramos el tren porque no nos pagan”, dijo uno de los trabajadores que protagonizó el conato. “Tenemos familias y tenemos que luchar por ellos. Ahora dicen que nos van a sancionar, cuando los sancionados debían ser ellos, que incumplen con el pago del salario de los trabajadores. ¡Tres meses!”. Por ese motivo el suceso del tren del pasado martes es noticia de primera plana, los trabajadores que llevaban meses sin cobrar su salario y sin una explicación convincente de la administración se declararon en “paro laboral”.
La legislación del régimen no prevé el derecho de huelga y aunque tampoco está expresamente prohibida, en la práctica no es posible ejercerlo, por lo que se deduce que el peso de la culpa en la balanza recaerá sobre los trabajadores. Tampoco la legislación acepta la libertad de afiliación sindical, que no sea a la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) controlada por la dictadura, por lo que los trabajadores están indefensos en cuestiones de defensa de sus derechos.
Con la cancelación del servicio ferroviario de Artemisa a La Habana, los pasajeros tuvieron finalmente que trasladarse en ómnibus, gestionados por la administración municipal de Artemisa. El gobierno calificó de “negligencia” la huelga de los transportistas. La nota oficial del miércoles der la Dirección Provincial de Transporte, no citó las causas que provocaron la “negligencia de los tripulantes del tren”, como denomina la nota oficial al motivo de suspensión del servicio.
La Unión de Ferrocarriles de Cuba de conjunto con las autoridades de la provincia, crearon una comisión para investigar las causas y condiciones que originaron “este lamentable incidente para aplicar las medidas organizativas y disciplinarias que correspondan, para que hechos como estos no se repitan”, dijo la nota oficial.
La administración municipal de Artemisa también emitió su nota oficial, adjuntando fotografías de los ómnibus gestionados para el traslado, donde reivindican la rapidez con la que las autoridades resolvieron la situación y compartieron inquietudes con los pasajeros, obviando a las razones que obligaron a los trabajadores a dar semejante paso y mostrándose como los buenos de la película.
Una de las primeras acciones que tomó Fidel Castro al llegar al poder fue el control de las organizaciones de los trabajadores. Conociendo la fuerza que tienen los sindicatos obreros en todas partes del mundo y la indefensión del proletariado cuando se doblega ante los sistemas comunistas, Castro instauró la CTC, bajo el mando de la administración revolucionaria y del partido comunista.
Esta organización cercenó los derechos laborales de los trabajadores en sus largos años de luchas y conquistas laborales. Los sometió a una estructura de semi esclavitud: bajos salarios, pésimas condiciones de trabajo, inseguridad laboral por falta de medios de protección, pensiones míseras, y sin un sindicato libre que los defendieran de la patronal.
Violando la mayoría de los artículos de la Organización Internacional del Trabajo, persiguiendo a los sindicalistas independientes y condenándolos a largos años de prisión, mintiendo y enmascarando la realidad en los foros internacionales, la CTC por más de seis décadas ha sido el brazo represivo del régimen donde jamás una reclamación ha progresado en los tribunales laborales.
El parón del tren de Artemisa pudiera ser una nueva forma de protestar, un antecedente de la conducta laboral en los tiempos que se avecinan, donde los trabajadores igual que el pueblo se han cansado de ser oprimidos y se levantan en busca de la libertad y el respeto de sus derechos.
Por Yunia Figueredo, periodista y delegada del CID en Jaimanitas
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