Lo enterraron hoy 21 de agosto en el cementerio de Colon. Tenía 79 años y murió de un infarto, oficialmente. En realidad “Pitito” (como le llamábamos) murió de las torturas que le hicieron durante la dictadura de Batista y luego la dictadura de los Castro.
Todo comenzó con el ataque a la Quinta Estación de Policía bajo el mando de Ventura Novo. El no tuvo nada que ver pero el oficial que dirigió el ataque (luego Comandante del Directorio Revolucionario) dejó su nombre y apellido en la máquina del asalto. No fue difícil a los esbirros de Batista de encontrar a Pitito por el apellido en la lista de Cubana de Aviación donde trabajaba como mecánico de aviación.
Durante casi un mes su familia no supo donde estaba preso o si estaba muerto: lo torturaron pegándole en la cabeza para que firmara una auto-acusación de su participación en la muerte de los 15 policías. Pero la hora del asalto (6 de la tarde) no concordaba con la ficha de presencia en Rancho Boyeros. Batista presionaba a sus esbirros porque la reunión de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) tenía lugar en La Habana y los americanos exigían de Batista un juicio con un culpable vivo ante los jueces y declarando su participación. Por eso no mataron aunque lo sacaron varias veces al Country Club y simularon el acto. Incluso Ventura, furioso, entró un día en su calabozo y le puso una pistola en la nuca. Lo salvó el Coronel Piedra que tenía orden expresa del tirano Batista.
Llego el 1 de enero y Pitito pudo salir de la prisión del Príncipe. Se incorporó desde luego a la Revolución triunfante e incluso llego a ser piloto en los viejos aviones que quedaron en Cuba y que no se llevaron los pilotos hacia Miami. Fue ganando galones hasta aquel día en que la tragedia se cruzó de nuevo en su camino: cansado de volar horas y horas (la mayoría de los pilotos de Cubana de Aviación se quedaron en Miami) su jefe le ordenó verificar en vuelo si el Sierra Maestra (el avión de Fidel) estaba en orden. Su mejor amigo (venezolano y padre de familia) le dijo que se fuera a dormir y que él se encargaba de la tarea. A penas el avión tomó vuelo sobre La Habana el avión fue atacado por la artillería del Morro.
Los soldados del Morro dieron como justificación que creían que era uno de esos aviones que frecuentemente sobrevolaban La Habana y que quisieron amedrentarlos…Fidel no les creyó y todos fueron fusilados en el más estricto silencio, digno de la dictadura de los Castro. El piloto venezolano murió en el ataque y a partir de ese día Pitito no pudo dormir serenamente pensando en la muerte de su compañero.
Su salud mental se fue degradando, dejo de volar y fue ingresado en siquiátrico de Mazorra. Trató de escaparse un día robando con otro enfermo el auto del director. A partir de ese momento dejó de ser un enfermo y se convirtió un “asocial”, un criminal que debía ser castigado. Le daban sesiones diarias de electroshock sin anestesia, lo golpeaban en la cabeza (como los esbirros de Batista…). Un día de visita su madre lo vio hecho un guiñapo y él le rogaba “sácame de aquí mama que me van a matar” Pero el director le dijo que él no podía hacer nada pues Pitito estaba en la “Sala Castellano” que estaba bajo la jurisdicción del Ministerio del Interior. Es decir era una sala de tortura de los Castro. Finalmente la madre consiguió una carta con una orden de salida de su antigua compañera de clase: Celia Sánchez.
Pitito salió de Mazorra y empezó la vida “normal” de un retirado con muchas medicinas que mantenían casi dormido en permanencia. Mas nunca volvió a volar y se pasaba el día recorriendo La Habana como el Caballero de Paris comiendo en la cantina de sus antiguos compañeros de Cubana, aquellos mismos que él había enseñado a pilotear en una época en que solo quedaron tres pilotos en Cuba y algunos aviones que los americanos habían abandonado.
En sus momentos de lucidez, cuando vino a visitarme a Europa, me contaba que había estado en Rusia para aprender a pilotear los famosos supersónicos que Cuba nunca pudo comprar. También me contó que durante la crisis de los misiles en octubre de 1962 en cierta ocasión le toco volar con el Ché en un avión de Cubana para observar el bloqueo marítimo. El Ché jubilaba a la idea de una Tercera (y Ultima!) Guerra Mundial…El Ché estaba convencido que el sacrificio de Cuba permitiría el avance de un siglo del comunismo y de la humanidad…
Pitito era un hombre de una gran inteligencia y un corazón de oro que quiso ser un buen revolucionario hasta que el destino lo cruzó con la tortura. La tortura dirigida por la ambición de dos hombres: Fulgencio Batista y Fidel Castro.
Pitito se llamaba en realidad Maximiliano Condis y Troyano. Era mi hermano. ¡Descansa en paz!
Por Francisco Condis y Troyano. Profesor Emérito de Economía (Universidad Católica de Lovaina Bélgica). Ex Consejero del Ministerio de Industria en Polonia.
Miembro del Comité Ejecutivo del CID
Representante del CID ante la Unión Europea.
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