La Habana, Cuba. Los grandes mitos de la política benefactora del socialismo cubano se han derrumbado bajo el peso demoledor de la ineficiencia, la mediocridad profesional y la falta de incentivos económicos. La población se encuentra en alerta roja.
El sector de la salud pública agoniza, frente a la indolencia deshumanizada de profesionales inescrupulosos e incapaces, y los esfuerzos maniatados de los que a pesar de sus mejores empeños no pueden vencer los efectos catastróficos del subdesarrollo y la falta de gestión estatal.
Los hospitales cubanos, que ofrecen servicios a la población, se han convertido en antros de corrupción comercial, donde prevalecen la compra-venta y el trueque, sin que ello signifique que la calidad de los servicios esté garantizada.
Para las personas que necesitan atención médica especializada o ingreso en hospitales para tratamientos con particularidades clínicas o quirúrgicas especiales, el drama se convierte en una tragedia de proporciones inconcebibles.
Un considerable, alarmante y creciente por ciento de médicos y enfermeras recién graduados carecen de los más elementales conocimientos y habilidades prácticas para garantizar un servicio eficiente de primeros auxilios.
El servicio de ambulancias se ha convertido en un negocio que, a semejanza de las ventas por subasta, sólo está al alcance de los que pagan mejor.
Los sentimientos de amor, solidaridad y humanismo sobre los que se edifica la calidad de un servicio de salud eficiente, han pasado a ser raros atributos de un grupo cada vez más reducido de trabajadores de la salud, como el emblemático patrimonio de los que continúan apostándolo todo al esfuerzo incansable de la virtud.
Los servicios médicos cubanos dentro de la isla están agonizando, bajo el impacto demoledor del deterioro humanitario, el desastre económico creciente e irreversible y la persistencia patológica de una ideología que quiere salvar la humanidad destruyendo al ser humano.
Por Ernesto Aquino
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