Los crímenes del comunismo y los silencios culpables

Por |2018-03-16T03:51:50-06:0016 marzo, 2018|Derechos Humanos, Historia, Opinión|Sin comentarios

Los crímenes de lesa humanidad cometidos por Lenin, donde murieron más de 13 millones de rusos; la brutalidad homicida de Stalin, que cobró la vida de más de 15 millones de ciudadanos bajo su poder, superando cualquier horror imaginable con el exterminio de más de 7 millones de Ucranianos, a quienes mató de hambre en solo un año (1932-1933), son alardes de sadismo bestial que organizaciones como Naciones Unidas, el Parlamento Europeo, la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su Resolución 1481, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa  y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura se han negado a reconocer como genocidio.

Porque el tema de los crímenes del comunismo (más de 100 millones de muertos) goza del beneplácito del silencio cómplice de las organizaciones más representativas, que prefieren mantener activo en el recuerdo de la humanidad los horrores atroces del fascismo, esa otra vertiente del marxismo que, a pesar de su naturaleza criminal fue menos elaborada y diabólica.

La invasión soviética a la antigua Checoslovaquia, la invasión y ocupación durante 10 años en Afganistán, y la multiplicidad de abusos de poder del comunismo, son actos suficientes para que la civilización califique, condene y rechace esa ideología como una de las formas de terrorismo más peligrosa de la historia del hombre.

Pero es más fácil acusar a Estados Unidos, que no deja de tener también su historia manchada de sangre, que condenar con firmeza los socialismos latinoamericanos y caribeños (sobre todo los sanguinolentos de Cuba y Venezuela) que se empeñan en revivir una y otra vez, con esquizofrénica obsesión, el paraíso infernal que reduce, anula y destruye todo vestigio de humanidad y desarrollo.

La historia, que nunca se equivoca, no se cansa de recordarle a los oprimidos que la libertad es la página que escriben los pueblos que confían en la fuerza de la unidad monolítica del  propósito común y el amor propio.

Por Ernesto Aquino

 

Deja tu comentario