Le sucedió a Wilfredo González Duarte en Pinar del Río, el miércoles 5 de mayo regresaba a su casa a los 8 de la noche, la hora en que empezaba el toque de queda, andaba solo y no había ya nadie en las calles, un policía lo detuvo y él le explicó que iba ya para su casa, además tenía puesto el nasobuco. No importó, le aplicaron 3000 pesos de multa, o sea más que un salario mensual a un hombre que está desempleado y que además tiene ciertas dificultades psicomotrices. Como no puede pagarlo el asunto pasará a la fiscalía y será sentenciado a quien sabe cuánto tiempo en que tendrá que trabajar como un esclavo para el estado. Además de que el esbirro que lo multó recibirá su porcentaje hay otra razón más importante.
Para aterrorizar a una población este tipo de régimen impone castigos tan desproporcionados que distorsionan el sentido justicia en las personas a tal punto que éste desaparece intelectual y emocionalmente, en su lugar es sustituido por intenso temor a las autoridades. El escritor ruso, Alexander Solzhenitsyn, en una de sus obras relata que en los tiempos de Stalin para alimentar el terror se ordenaba a los comisarios arrestar a determinado número de personas en diferentes pueblos de Rusia aunque fueran inocentes. En un lugar como no habían hecho suficientes detenciones los policías fueron a un campamento de gitanos que estaba cerca pueblo y se llevaron a varios individuos, así llenaron la cuota. Por la misma razón los narcotraficantes asesinan a quien les robe una pequeña cantidad de droga y los vendedores de drogas lo hacen con quien no les paga una deuda.
En Cuba hay muchos ejemplos, algunos patéticos y otros que forman parte de la vida diaria a tal punto que no hacen noticia pero logran el objetivo de mantener el estado de indefensión. El caso de los cuatro muchachos fusilados por secuestrar la lanchita de Regla para huir del país, en cuyo intento no lastimaron a nadie, es uno de ellos, ejecuciones completamente arbitrarias porque violaron hasta las leyes aprobadas por el propio castrismo pero que obedecían el objetivo prioritario de infundir el miedo en la población, el temor de vivir a merced de un régimen capaz de cualquier medida para mantenerse en el poder. De los doce capturados en aquella ocasión, dos fueron condenados a cadena perpetua y siguen presos desde hace 18 años. Wilfredo González Duarte es otra víctima del mecanismo de terror para degradar a los cubanos.
La Nueva República
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