A pesar del control de la información, y las consecuencias que pueden derivarse del enfrentamiento contra las prohibiciones oficiales, y más allá de los miedos que condicionan su libertad de expresión, el cubano no se calla.
El problema más difícil que obstaculiza la libertad de expresión en cuba no es el acceso a la información, sino las consecuencias que tienen que enfrentar las fuentes.
A pesar del blindaje creado por el secretismo y la censura estatal, el cubano se caracteriza –entre otras particularidades- por un deseo compulsivo de comunicar, lo que la mayoría de las veces lo lleva a cometer indiscreciones a todos los niveles.
Da lo mismo dónde se produzcan los hechos, susceptibles de convertirse en noticias, y el cuidado que se tenga para mantenerlos en secreto. Siempre aparece una rendija humana por donde sale al exterior lo oculto, ya sea en forma de comentario o de información “confidencial”.
Un grupo de entrevistados de diferentes edades consideraron que “lo importante es que se conozca lo que está pasando, que el mundo se entere de lo que el gobierno no quiere decir, aunque los que damos la información no queramos revelar nuestras identidades, por las razones que sean”.
Una jubilada de 67 años que vende periódicos y maní en algunas esquinas del municipio Habana Vieja nos dice que “si quieres enterarte de lo que está pasando en el país lo único que tienes que hacer es escuchar a la gente en las calles. Tú te paras en la cola del periódico, del agromercado, la bodega o cualquier establecimiento y te enteras de más cosas de las que puedes contar. Si no dímelo a mí, que estoy escuchando historias desde que me levanto hasta que me acuesto”.
Sin embargo, no siempre recopilar información resulta tarea fácil. Y una de las causas puede estar relacionada -según el criterio de varios entrevistados- con el tratamiento que algunos periodistas le dan a la información y el manejo descuidado de las fuentes.
Una cuentapropista de 47 años, opina que “a veces, la gente no solo no quiere dar su nombre, sino que prefiere callarse, porque algunos de los que buscan información para publicar por internet son muy indiscretos y lo único que les importa es obtener una noticia que les aporte dinero”.
Por su parte, personas vinculadas al sector estatal que ocupan responsabilidades laborales que les permiten acceder a información de importancia periodística revelan que “es cierto que existe mucha información que nosotros quisiéramos entregar a la prensa independiente, pero el riesgo es grande, y si nos descubren nos expulsan del trabajo y hasta podemos ir presos; y entonces qué, ¿cómo mantenemos a nuestras familias, porque no todos recibimos ayuda del exterior?”.
Considerando que vivimos en una sociedad demasiado cerrada donde la autocensura es, a veces, la censura peor, es importante el enfoque que se le da a las preguntas y la profesionalidad con que se asumen los límites. Y aunque identificar las fuentes le otorga peso a la información no hay que olvidar que lo más importante es la verdad demostrable a través de los hechos.
El periodismo es un oficio difícil en cualquier parte del mundo que se ejerza con seriedad, y lograr que las fuentes acepten ser identificadas es siempre un reto. Sin embargo, a pesar de las limitaciones que impone la coacción estatal se puede valorar de positiva y creciente la participación ciudadana en el desarrollo de un periodismo alternativo de mayor alcance y compromiso.
La perseverancia, honestidad, habilidad y audacia son virtudes que, pueden franquear muchos silencios. Es cierto que el pueblo tiene miedo, pero también es cierto que a pesar de ese miedo la gente quiere hablar. La labor del periodista está en conciliar ese miedo con la necesidad humana de expresarse libremente, evitando la pereza y las salidas fáciles.
Al periodismo independiente le queda mucho camino por recorrer, es cierto. La sociedad cubana aún tiene muchas cadenas que romper, no hay dudas; pero a pesar de los defectos de unos y el miedo de otros, ahora somos más libres, gracias a los periodistas que denuncian e informan y a ese pueblo con su gente de a pie, temerosa y difícil, que cuenta sus historias, revela secretos y pone al descubierto la mentira y la corrupción, muchas veces a cambio de que no mencionemos su nombre.
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