ES INMORAL Y ANTICUBANO EL CONTUBERNIO DE LOS POLĺTICOS ESPAÑOLES CON EL CASTRISMO

Por |2021-08-10T19:02:53-06:0010 agosto, 2021|Complicidad, La Nueva República|Sin comentarios

Felipe VI y Raúl Castro

El periodista cubano radicado en España, Michel D. Suárez, analiza la posición de los gobiernos españoles respecto a Cuba. Critica la convivencia de las empresas ibéricas con las prácticas esclavistas del régimen “castrista” (entiéndase entre otras las cadenas hoteleras españolas en Cuba). Además censura el abandono de la política de Aznar (La Posición Común*) por parte del Partido Popular de Rajoy y la obscenidad de PSOE y Unidas Podemos.  Nuestra conclusión es que el contubernio de políticos españoles con el castrismo por inmoral y anticubano debe ser repudiado. Entre ellos el de Mariano Rajoy, sexto expresidente de España y miembro del Partido Popular, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la alianza de fuerzas de izquierda conocida como Unidas Podemos (UP).

* La «Posición Común», promovida en 1996 por el entonces presidente del gobierno español, José María Aznar, condicionaba la profundización de las negociaciones entre el gobierno de Cuba y los europeos a avances democráticos y en derechos humanos en la Isla. Esta política fue descartada en diciembre de 2016, fecha en que la alta representante para la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, afirmó algo tan absurdo como que: «Cuba está cambiando profundamente. Con este acuerdo, la relación llega a un nuevo nivel que realmente refleja mejor los lazos entre la UE y Cuba».

El fracaso del apaciguamiento

Martes, agosto 10 de 2021, Michel D. Suárez, El Mundo

 

Casi un mes después de las históricas protestas en Cuba, la comunidad internacional -España incluida- sigue digiriendo cómo responder a una eventualidad de la que todos estaban avisados. Mientras tanto, miles de ciudadanos han sido detenidos arbitrariamente, multados o sentenciados en juicios sumarios, y el régimen de Miguel Díaz-Canel intenta calentar las calles con magras manifestaciones de apoyo que el diario El País, sin embargo, califica de «baño de masas».

 

Desconozco si los disparos contra la población civil, los apaleamientos, las mujeres y niños atropellados por militares son suficientes motivos para que Pedro Sánchez y Josep Borrell cambien su errático rumbo. Es evidente que a ambos la situación les ha explotado en las manos. En junio pasado, ante el Parlamento Europeo, Borrell relativizó la situación de Cuba al cuestionar la supuesta exageración de algunos eurodiputados: «¿Quieren que les haga la lista de todos los países que hay en el mundo […], donde no se practica una democracia, liberal, multipartidista, competitiva? ¿Por qué extraña razón solo hablan ustedes de Cuba?». Su obsesión viene de 2018, cuando preguntó ante el Senado español: «¿Y es la única [dictadura]? Claro que hay más. Por eso decía Raúl Castro que la próxima vez vendría con un turbante, a ver si así eran menos críticos con él».

 

Algunos se preguntan en qué momento España dejó de ser una influencia positiva sobre Cuba en la UE. Habría que remitirse a los últimos años de Mariano Rajoy. El entonces ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, decidió sacrificar la política del Partido Popular para repatriar al ciudadano español Ángel Carromero. El régimen había aprovechado su encarcelamiento en La Habana para tapar responsabilidades en la muerte del líder disidente Oswaldo Payá. Así, aplicó una vez más su extraordinaria capacidad de chantaje para neutralizar a España.

 

Después de los errores de Margallo -y de Alfonso Dastis, que siguió su línea-, la coalición socialcomunista triunfante ha multiplicado los gestos hacia la dictadura más antigua del hemisferio occidental, con desprecio incluido para los grupos de derechos humanos, fuera y dentro de la isla.

 

La Red Femenina de Cuba pidió ayuda a Irene Montero para denunciar la represión contra las mujeres disidentes, pero la ministra no respondió. Carmen Calvo y Arancha González Laya también enmudecieron ante solicitudes similares del Observatorio Cubano de Derechos Humanos. Vilipendio a los demócratas, y más gestos hacia el castrismo. Ahora intentan tapar sus vergüenzas reuniéndose con un artista famoso.

 

El debate sobre si Cuba es una dictadura se antoja pertinente y pedagógico en la España que prohibirá la apología al franquismo, pero permitirá la exaltación de Castro, Lenin o Stalin. Sin embargo, no hay que flagelarse porque un Gobierno evite llamar dictadura a otro con el que mantiene relaciones diplomáticas. Lo verdaderamente importante son las políticas y las decisiones, una cuestión en la que el Ejecutivo socialcomunista ha sido especialmente perverso.

 

La Estrategia de Acción Exterior 2021-2024, diseñada por González Laya, asegura sobre la isla: «Se encuentra en un momento de actualización de su modelo político y económico». Nadie en la oposición cubana entendió tal enfoque. Mientras España se entregaba al onanismo, Cuba martirizaba impunemente a activistas, periodistas y artistas independientes.

 

La lista no termina. Hace unos meses, socialistas españoles en el Parlamento Europeo avisaron al régimen de La Habana que se presentaría una resolución crítica sobre sus violaciones de derechos humanos. «Me pregunto si queréis avisar vosotros a la Embajada de Cuba o aviso yo…», escribió una funcionaria del PSOE en Bruselas, según un correo electrónico filtrado.

 

¡Los legisladores de un país democrático sirviendo de correveidiles de una dictadura! El PSOE, como se esperaba, votó en contra de condenar la represión en la isla. Unos días después, el partido de Gobierno bloqueó una moción del PP en el Senado español, porque en su opinión no se debía «poner en duda la independencia del Poder Judicial y de la Fiscalía de otro país [¡Cuba!], acusándole directamente de permitir detenciones arbitrarias y acciones represivas».

 

Como ha atestiguado la propia realidad, el apaciguamiento es el peor camino. La Posición Común de la UE no consiguió cambios, como tampoco la «normalización» de los últimos años. En cualquier caso, y mientras llega el día esperado, nada resulta más ético que permanecer al lado de las víctimas y retomar el consenso anterior, estrictamente acorde con los valores comunitarios. ¿Qué otra cosa puede hacerse? Por ejemplo, condicionar las generosas quitas de deuda a cambios estructurales en la economía cubana, sancionar individualmente a los violadores de derechos humanos, bajo el mecanismo europeo recientemente aprobado, y acompañar moral y materialmente a la oposición democrática.

 

Tras los juicios sumarísimos y las condenas, Miguel Díaz-Canel dispone de nueva masa carcelaria para los ya tradicionales canjes del castrismo. Habrá que remover cielo y tierra para liberar a los presos políticos, pero también mantener las sanciones hasta que se produzcan reformas creíbles.

 

¿De qué manera España y Europa quieren acompañar a Cuba a medio y largo plazo? ¿Colaborando con los represores o parándole los pies? Madrid debe recuperar el liderazgo europeo, que ahora ocupa Lituania. Afortunadamente, el país báltico salió en auxilio de las víctimas cubanas al bloquear el Acuerdo de Diálogo Político con La Habana (por unanimidad de su parlamento). España pretende que los propios cubanos decidan su destino. Y esto significa, en castellano caribeño, «arréglenselas como puedan, mientras no toquen nuestros hoteles».

 

Cuba sigue siendo hoy el país más pro-español de las Américas. Ni siquiera la cruenta guerra de independencia impidió que cientos de miles de españoles regresaran a vivir después de 1898, sin venganzas ni resquemores. Hoy, la convivencia de las empresas ibéricas con las prácticas esclavistas del régimen, el abandono de la política de Aznar por parte del PP de Rajoy y la obscenidad de PSOE y Unidas Podemos, configuran el peor escenario para España ante una posible transición democrática en Cuba. Defender los intereses nacionales no es hincar rodilla en tierra por el castrismo, sino por todos los cubanos.

 

Michel D. Suárez, periodista cubano radicado en España.

 

 

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