Una nueva temporada de payasadas macabras se ha reservado el régimen cubano para las fiestas de fin de año. Otro capítulo para las navidades negras cubanas que pronto cumplirán 59 años.
El 2017 va cerrando sus puertas al compás de una celebración luctuosa por el primer aniversario de la muerte del “comandante eterno”.
Artistas sin arte entonan canciones de homenaje que nadie recordará, acompañados por ciudadanos de culebrones que van derramando lágrimas que pasarán de largo, con una sonrisa burlona, en el primer contacto telefónico con un familiar en los Estados Unidos, mientras la vieja carroza de los discursos apocalípticos arrastra el futuro del país a su próxima muerte.
La isla parece, cada vez más, una vieja foto de archivo retocada por el atrevimiento de soñadores aficionados que sólo tienen a su favor el desconocimiento de la historia y la fuerza de unas alas que terminarán rompiéndose contra la intransigencia de los viejos esquemas ideológicos.
La falta de compromiso de las nuevas generaciones, con un proyecto social que ya no tiene nada que ofrecer a un país envejecido y desmantelado que a nadie le importa salvar, seguirá calando en las múltiples fisuras del empobrecimiento económico y moral que nos ha convertido en una sociedad caricaturesca y lamentable.
En el 2018 la incertidumbre alcanzará su mayor esplendor. Esperemos que, finalmente, el pueblo pierda todas sus esperanzas y, en un acto de amor a sí mismo, ponga sobre la espada a las fuerzas que lo oprimen y lo anulan.
Por Ernesto Aquino Montes
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