Por fin despertó la bella durmiente (la Unión Europea) por boca del responsable de relaciones exteriores, el socialista español José Borrell. Por fin la UE condenó la represión del gobierno comunista de Cuba contra su pueblo que pedía pacíficamente que lo dejaran respirar tras 62 años con la rodilla de la dictadura puesta en su cuello.
Pero si el socialista Borrell se decidió a despertar de su sueño cómplice con la dictadura castrista, arriesgando así los intereses económicos de sus socios los capitalistas españoles, no lo hizo de buena voluntad. Lo hizo porque el “príncipe azul” (el Parlamento Europeo) lo puso contra las cuerdas durante un debate el 15 de julio al que Borrell no asistió (seguramente sabiendo lo que le esperaba) y al cual envió a su director para las Américas.
El debate de la Comisión de Asuntos Exteriores fue organizado como consecuencia de la declaración de su presidente (el alemán David McAllister) en forma de declaración de guerra a Josep Borrell: “Condeno en los términos más contundentes las medidas represivas sobre las protestas pacíficas que se están llevando a cabo en Cuba y estoy alarmado por la escalada en la represión y por la situación de los derechos humanos en el país. La dictadura cubana es la más longeva de Latinoamérica y el Caribe. Desde 1959, el régimen militar con un sistema de partido único ha subyugado al pueblo cubano. La falta de libertades, la constante denegación del pluralismo político y las sistemáticas violaciones de los derechos humanos se unen a un modelo económico que causa escasez crónica de comida, medicinas y otros servicios básicos. En este contexto, la mala gestión de la crisis sanitaria causada por la COVID-19 ha acentuado el descontento político y social en la Isla”.
Ante estas declaraciones, a Borrell no le quedaba más remedio que enfrentarse a la Comisión y tratar de defender su famoso “Acuerdo de Diálogo y de Cooperación entre la UE y Cuba” acuerdo que había sustituido la “posición común” contra el castrismo de 1996.
El representante de Borrell trató de encauzar la discusión al problema puramente económico y trató de convencer a los diputados que una ayuda de la UE calmaría al pueblo cubano.
“Lamento no estar de acuerdo con su análisis puramente economicista”– le respondió el diputado español Francisco Millán- hay una palabra invocada por el pueblo cubano y es libertad. Pido al Señor Borrell que la UE se declare ante estos hechos”.
Continuó el diputado español Ignacio Sánchez-Amor, criticando un sistema político con un partido único: “en pleno siglo 21 se trata de una anomalía”, etc.
Siguió el diputado NART (España) atacando la connivencia y financiación de la UE a los organismos estatales presentados por el gobierno cubano como si fueran ONG (organismos no gubernamentales) en lugar de financiar los verdaderos organismos no-gubernamentales. Luego compara esos organismos del gobierno cubano con aquellos de la Falange franquista y termina exclamando: “Señor Borrell, déjese de sueños y pise el terreno: olvide los ministerios y váyase a la calle”
…Opinión que apoyó con energía la diputada polaca Anna Fotyga haciendo alusión a las represiones comunistas en Europa del Este.
Siguieron luego las presentaciones de los diputados de izquierda que, desde luego, trataron de convencer sobre el origen de las protestas: los Estados Unidos.
Terminó el debate con una serie de ataques directos a Borrell por su posición ante el gobierno cubano, pero sin duda hay que poner en evidencia el ataque del eurodiputado portugués Paulo Dos Santos Rangel, quien puso en evidencia la actitud cómplice del socialista Borrell con el gobierno de Raúl Castro: “que Borrell no conozca Rusia lo podemos aceptar, pero que no conozca Cuba y los sufrimientos del pueblo, eso no podemos aceptarlo. Pueblo cubano, Europa está con vosotros y contra la dictadura”.
Por Francisco Condis y Troyano. Profesor Emérito de Economía (Universidad Católica de Lovaina, Bélgica). Ex-consejero del Ministerio de Industria en Polonia. Miembro del Comité Ejecutivo del CID. Representante del CID ante la Unión Europea.
La Nueva República
Edición 282-A
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