Daniel Ortega gobierna un país paralelo a la realidad donde las cosas están normales, el sector productivo funciona bien y al presidente no le importa el calificativo de dictador. Así quedó demostrado durante la entrevista que en CNN en Español, le hizo el periodista argentino Andrés Oppenheimer a Ortega, quien nuevamente dio muestras de firme cinismo y fuerte capacidad de negación de la realidad, desquiciamiento político o una imperturbable desfachatez o de una combinación de los dos componentes-.
Respecto al tema de la dramática situación económica a raíz de la violenta crisis que el país enfrenta hace más de 100 días, Ortega dijo que: hasta hace quince días, el país estaba paralizado”, pero “de quince días para acá, el país se ha ido recuperando, la actividad productiva se ha ido recuperando, estamos iniciando el ciclo agrícola que está arrancando a buen paso, a buen ritmo”,
No conforme con eso, pasó a relatar que en la Nicaragua del mundo paralelo “las industrias de zona franca, por ejemplo, que habían sido seriamente afectadas, que generan un gran empleo, están ya trabajando de manera normal”, lo que en su imaginativa visión de la realidad demuestra que “hay una tendencia a que el país cada día se estabilice y se normalice en lo que es el campo económico, en el campo social, en el campo comercial”.
También dijo que “los horarios que antes estaban reducidos por el temor a la noche, se van ampliando”, lo que también es prueba de “el país tiende a normalizarse, y yo estoy seguro que se va a normalizar, y que la economía va a ir acomodándose o reacomodándose a las grandes circunstancias, para poder retornar nuevamente la tendencia que teníamos antes del 18 de abril”, la fecha en que estalló la violencia de la represión policial y paramilitar contra toda manifestación de oposición al régimen.
En medio de los desvaríos sobre la crisis que lamentablemente impera en la Nicaragua de verdad, el entrevistador le preguntó si le importa que la mayoría de la gente le diga que es un dictador. La respuesta fue obviamente negativa, enmarcada en un relato que comenzó en su momento de joven revolucionario. “La verdad es que estoy acostumbrado a que me digan de todo. No de ahora, desde muchacho”, porque “desde muchacho yo me acostumbré a que me dijeran ‘terrorista’. En la época de Somoza yo era ‘terrorista’, y de qué no me han dicho”, respondió.
A continuación, se embarcó una reflexión filosófica sobre la esencia humana, al afirmar que “sencillamente, yo sé que los seres humanos somos así, tenemos expresiones desde las más violentas hasta las más nobles, y de repente salen más violentas, y en otras ocasiones salen las más nobles. Ahí oscila el ser humano, y entonces he aprendido a no molestarme cuando escucho ataques, escucho mentiras, escucho tamañas mentiras”. Eso explicaría la naturaleza golpista y terrorista de la oposición intransigente que “no acepta ninguna alternativa más que la salida del gobierno”.
En ese cuadro, a la oposición se suman organizaciones internacionales de derechos humanos presentes en la Nicaragua verdadera –no la orteguiana-, como Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a las que aconsejó que trabajen con seriedad y no adelanten cifras de víctimas de violencia cuando no han terminado de procesar las denuncias que les han llegado.
Las negaciones de la realidad suelen terminar abruptamente. Somoza también creyó que su dictadura estaba blindada.
Artículo de La Nueva República, el semanario del CID en Cuba
Deja tu comentario