Los Estados Unidos responde a Ortega que Trump no tiene nada que hablar con el tirano nicaragüense

Por |2018-09-26T04:39:17-06:0026 septiembre, 2018|Nicaragua|Sin comentarios

La señora Tania Romero, madre de Matt Romero, dijo que se enteró de la muerte de su hijo de 16 años, a través de las imágenes transmitidas en televisión. Foto: Bismarck Picado, El Nuevo Diario

Un adolescente de 16 años se convirtió en la más reciente víctima fatal de la represión policial y paramilitar del régimen que Daniel Ortega encabeza hace once años.  Esta vez, las balas homicidas de la policía antimotines y los simpatizantes orteguistas armados, asesinaron a Matt Andrés Romero, quien cursaba cuarto año de enseñanza secundaria.  Ortega, que había expresado querer reunirse con Donald Trump durante su próxima visita a la ONU, recibió como respuesta el rechazo del cubano americano Carlos Trujillo, embajador de Estados Unidos en la Organización de los Estados Americanos (OEA), quien declaro que Trump no tiene nada que hablar con el tirano nicaragüense.

 

El asesinato del estudiante ocurrió durante la manifestación –pacífica, como todas las masivas marchas antiorteguistas- denominada “Somos la voz de los presos políticos”, que se llevó a cabo el domingo 23, en el sector oriental de Managua.  Además de repudiar al régimen, los participantes en la marcha exigieron la puesta en libertad de los centenares de presos políticos, quienes son sometidos a brutal trato que incluye tortura, violación, reclusión en condiciones infrahumanas.

 

La versión policial presentó el crimen como un lamentable hecho fortuito que se originó en un supuesto intercambio de disparos entre “grupos violentos” que organizaron la marcha y las familias a las que presuntamente atacaron a lo largo del recorrido.

 

Pero en el hospital adonde fue llevado y donde falleció el menor, su madre fue obligada, por agentes policiales, a firmar un documento según el cual se comprometió a abstenerse de denunciar el caso.

 

El nuevo homicidio –entre los centenares registrados en los más de cinco meses de violenta crisis sociopolítica que castiga a los nicaragüenses- ocurrió tres días antes de la programada participación de Ortega en el 73 Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

 

Durante una entrevista que concedió al inicio de este mes al canal de televisión France 24, Ortega dijo que le gustaría hablar en la Asamblea General, a la que no asiste hace 11 años. Su participación fue programada para el 26 de este mes.

 

Al difundirse la información de que Ortega proyectaba regresar al foro mundial, las organizaciones de nicaragüenses residentes en Estados Unidos se movilizaron, y programaron, para ese día en Nueva York, reunirse -tan cerca del edificio de Naciones Unidas como la policía local les permitiera- para repudiar públicamente al dictador.

 

En la entrevista con France 24, Ortega dio nueva evidencia de cuánto el autoritarismo lo ha desligado de la realidad, cuando dijo que su presencia en la Asamblea General sería una oportunidad para reunirse con Donald Trump.

 

En ese sentido, se dejó decir que “el principio del intercambio, del diálogo con una potencia como Estados Unidos (…) es algo necesario e imprescindible”, aunque, remató la afirmación al plantear, en flagrante contradicción, que “de Estados Unidos, no se puede descartar nada, incluso una intervención de tipo militar”.

 

Días después, el embajador de Estados Unidos en la Organización de los Estados Americanos (OEA), Carlos Trujillo, se encargó de ubicarlo en la realidad, al desestimar toda posibilidad del encuentro presidencial soñado por Ortega, asegurando que Trump no tiene “nada que hablar” con el tirano nicaragüense.

 

Quizá la decisión de no participar en la Asamblea General sea el acto más sensato de Ortega, en mucho tiempo, ya que así se evitó hacer el ridículo en el principal escenario político mundial, donde casi seguramente habría menospreciado la inteligencia de su auditorio al plantear la letanía de que la violencia policial y paramilitar contra el pueblo nicaragüense es parte de una conspiración golpista con participación de Estados Unidos.

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